Opinión

UN NUEVO PATRÓN DE INESTABILIDAD

Apartir del colapso de los regímenes autoritarios de América Latina, que tuvo lugar a lo largo de la década de los años ochenta y principios de los noventa, dio comienzo una nueva era de libertades civiles y de prosperidad, democracia y estabilidad política en la mayoría de los países de la región. El legado económico, político y social de aquellos años no resultó, sin embargo, todo lo favorable que se esperaba: el crecimiento económico resultó esquivo con más frecuencia de la deseable; persistió la pobreza en umbrales especialmente sensibles para la consecución de cotas aceptables de seguridad y de paz social; y buena parte de los gobiernos electos registraron fracasos estrepitosos en el ejercicio de su gestión. Así, los presidentes de Brasil, Venezuela, Guatemala, Ecuador, Paraguay, Perú, Argentina o Bolivia tardaron poco en ser relevados de sus cargos. Es más, en la década y media siguiente se produjeron más de una veintena de crisis presidenciales, fueron procesados seis presidentes y otros cuatro fueron depuestos en medio de escándalos de orden político-mediático y, sobre todo, de numerosas protestas populares, en su mayor parte protagonizadas por trabajadores en paro o agricultores hastiados y exasperados. En alguno de los países la situación dio paso a un nuevo patrón de inestabilidad, si bien dentro de un marco democrático. En otros, a una particular concepción de la democracia y del presidencialismo que tomó finalmente cuerpo en el socialismo revolucionario y populista de corte bolivariano, hoy agrupado en la ALBA (Alianza Bolivariana para las Américas). A pesar de las dificultades, todo ello se produjo en un contexto de baja o nula intervención militar, cuyo gran logró fue el de desterrar los regímenes militares del ideario colectivo latinoamericano: tan prolíficos en otro tiempo, han dejado de ser afortunadamente una opción.


Siguiendo aquella estela, tan próxima desde el punto de vista afectivo, histórico y cultural, cabe esperar que las élites civiles del Magreb encuentren mecanismos institucionales para resolver la falta de libertad y de oportunidades sin destruir el orden de un área tan próxima desde el punto de vista territorial. Para quien lo sienta lejano, conviene recordar que hablamos de la frontera sur de la Unión Europea.

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