Opinión

El pulpo y los mercados

La Copa Mundial de fútbol de Sudáfrica se acerca a su desenlace. Como cualquier evento de su magnitud a esta altura del torneo, acumula símbolos que se suceden en las portadas y los programas alusivos de radio y televisión. Y por los que, sin duda, será recordada. Ya cuenta con el clásico souvenir -la vuvuzela- y finalistas que la disputen: las selecciones nacionales de Holanda y España, nombradas así sólo por estricto orden clasificatorio.


Tiene, además dos musas: Sara Carbonero y Larissa Riquelme, ambas de singular belleza, aunque -todo sea dicho- diferente vocación. E incluso un sorprendente oráculo, como es el pulpo Paul. Un molusco cefalópodo de origen inglés y de adopción y residencia germana, que debe su fama al acierto con que, hasta la fecha, ha dirimido los enfrentamientos de Alemania. Incluido el último, resuelto de manera brillante a favor de La Roja en un choque con tanto morbo económico como deportivo. Porque la reedición de la final europea de hace dos años ha enfrentado al referente de la sensatez y la austeridad con la imagen de la subvención y el despilfarro. Al alma del euro con quien -dicen- lo pone en peligro. Y todo ello con Su Majestad la Reina Doña Sofía, de casual origen griego, presidiendo el palco de autoridades.


Finalizado el encuentro, todo quedó claro en el terreno de juego. Pero también en los mercados y el sentir de los analistas. El ÍBEX-35 se apuntó cerca de un punto porcentual, aunque menos que los principales índices europeos, con la curiosa excepción del DAX alemán.


En cuanto al diferencial entre la rentabilidad exigida a un bono español a diez años y uno alemán al mismo plazo, se mantuvo ayer en 205 puntos básicos en los mercados secundarios de deuda pública. El mismo nivel registrado al cierre de la jornada precedente, antes de la gran cita.


Por lo que apunto una conclusión: el éxito deportivo no ha suavizado la desconfianza hacia nuestro país. Y una sugerencia: vista la fiabilidad del bueno de Paul en escenarios limitados a dos opciones, sometamos a su juicio si será conveniente reducir el gasto o incrementar los impuestos. Admito tener curiosidad.

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