Opinión

LA VUELTA AL COLE

Es septiembre. Y, aunque no ha dejado de hacer calor, ya se vacían las playas. La vida urbana recobra su pulso habitual, y buena parte del tráfico que, por lo general, la acompaña, junto con pitidos, nervios y ansias. Se desvanece la improvisación, propia del período estival, que da paso a la disciplina y al compromiso, y a la necesidad de readaptarse a normas casi olvidadas. Crece el número de los que acusan un incipiente síndroma postvacacional. Y regresa, de nuevo, la rutina diaria.


Comienza, en definitiva, el curso escolar, con propósitos, oportunidades e ilusiones renovadas. Aunque, también, con un gran desafío, de orden presupuestario, delimitado por los ajustes comprometidos por las diferentes

Administraciones de nuestro país. Cumplir con un objetivo de déficit autonómico como el establecido para 2011, prácticamente consumido a falta del último tercio del ejercicio, exige -necesariamente- compromisos en materia de sanidad y educación; políticas que, desde el punto de vista cuantitativo, explican más del 60 por ciento de la cuenta pública de ese nivel competencial. Pero que, desde una perspectiva cualitativa, proporcionan buena parte de los fundamentos del desarrollo y la cohesión de una sociedad como la española.


Sanidad al margen, por merecedora de otra reflexión, la educación y la formación sostenida de los recursos humanos son factores explicativos del progreso a largo plazo de las sociedades, en un proceso que se retroalimenta. Por un lado, el nivel de formación de que dispone un individuo se revela como determinante a la hora de encontrar empleo. Al mismo tiempo, la demanda de más y mejor educación es una de las principales consecuencias del aumento de la riqueza. Así, pues, el debate sobre el ajuste del presupuesto educativo se abre en España, donde todavía disfrutamos de un gasto público por alumno manifiestamente inferior al observado en el conjunto de la OCDE; donde las leyes generales de educación se cuentan casi por legislaturas; y donde quedará, una vez más, para septiembre la expectativa laboral de la generación más (pre)parada de nuestra Historia.

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