Opinión

Animaladas reales

Cuando éramos cativos en el pueblo no se celebraba la Cabalgata de Reyes y crecimos sin grandes traumas, al menos por ese motivo. Después sus majestades comenzaron a llegar subidos en un tractor, pero estábamos más preocupados por atrapar los caramelos que lanzaban que de la montura que los trasladaba. Ahora no hay cabalgata que no cuente al menos con algún caballo para aportar realismo a un acontecimiento fabulado. Y si ya aparece un camello o un dromedario es la caña. Lo que haga falta para no desilusionar a los chavales o evitar el grado de estupidez de algunos padres. Y pobre del alcalde que se arriesgue a reducir la presencia de animales en el recorrido para evitar un estrés prescindible. 

La primera cabalgata organizada por el gobierno de Ahora Madrid sin camellos y con una novedosa interpretación de la vestimenta real se saldó con el histérico tuit de Cayetana Álvarez de Toledo, exdiputada del PP, porque su hija de seis años se quejó de que "el traje de Gaspar no es de verdad": "No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás". Hay muchas más 'Cayetanas' de las que creemos por estos pagos.

La Asociación Animalista Libera y la Fundación Franz Weber han pedido al alcalde de Pontevedra, Miguel Anxo Fernández Lores, que en la cabalgata del 5 de enero se sustituyan los animales por más figurantes, carrozas y compañías de teatro en las calles, como ya ha hecho el gobierno de Marea Atlántica en A Coruña, aunque esta decisión no estuvo exenta de críticas que se fueron apagando con el paso de los años. 

Algunos ciudadanos ya han manifestado su enérgica protesta en las redes sociales por la iniciativa de la asociación animalista que todavía no ha recibido respuesta del Concello de Pontevedra. Si en la Lei de Protección e Benestar Animal se prohíbe en toda la comunidad autónoma la presencia de animales salvajes en el espectáculo del circo, tampoco parece muy sensato que se utilicen dromedarios, camellos o caballos en la Cabalgata de Reyes con miles de chavales chillando a su lado. Resulta muy sorprendente que no se hayan suprimido ya sin necesidad de una norma que evite el castigo a los animales por el disfrute de algunos becerros. Los niños no tienen la culpa de sus padres.  
 

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