Opinión

El milagro de Fátima

Ella no salía del confesionario, él siempre tenía tiempo para otra ronda en la taberna. Y cuando la ya no tan moza parecía entregada al convento y al ya no tan mozo lo consideraban un caso de soltería impenitente sin remedio, los dos se toparon por casualidad durante un viaje a Portugal con sus respectivas pandillas. Eran del mismo pueblo y comenzaron a hablar en Lisboa. Al regreso, los sorprendidos testigos de los disimulados roces calificaron la relación como "el milagro de Fátima", pero lo que se tomó a broma durante un tiempo acabó en matrimonio con un porrón de descendencia. Y con el alumbramiento de cada vástago siempre había el que recordaba en la tasca los poderes sobrenaturales del santuario mientras se brindaba con el padre por la salud de la criatura.

A pedir a Fátima se desplazarán el sábado un centenar de vecinos de los concellos lucenses de Friol y Guitiriz para que el obispado de Lugo reconsidere el traslado del sacerdote que atendía  catorce parroquias desde hace trece años. Necesitarán casi un milagro. Llevan cuatro veces protestando  –con dos manifestaciones ante el obispado y actos semanales en las parroquias afectadas– para que el sacerdote Ramón Pérez vuelva a ocuparse de sus almas sin que hayan atendido sus plegarias. Anunciaron el primer día que no se iban a rendir y continúan en la pelea. 

Ramón Pérez fue destinado a Ribas de Sil y Quiroga, pero hace un mes renunció a la plaza para forzar el regreso y sus superiores han decidido que pase un tiempo de reflexión mientras no se resuelve el conflicto. El sustituto del cura ha renunciado y los feligreses siguen sin asistir a misa. 

El viernes por la noche un centenar de vecinos, la mayoría con necesidad de apoyarse en un bastón, se subirá a un autobús para que el mismo papa Francisco pueda leer su demanda. Entre el millón de personas que acompañarán al pontífice durante su peregrinación para canonizar a los pastores Jacinta y Francisco con motivo del centenario de las primeras apariciones marianas, estarán cien lucenses con ganas de hacerse ver. Llevan una pancarta en la que resultará difícil no leer: "Papa Francisco, su obispo de Lugo no escucha". La cara de Alfonso Carrasco Rouco, protagonista del lema y sobrino del cardenal Antonio María Rouco Varela, puede ser para santiguarse si el papa se interesa por el asunto. Si él, que siempre tenía tiempo para otra ronda en la taberna, y ella, que no salía del confesionario, acabaron casados, en Fátima puede haber milagro. Lástima de fe para luchar por las pensiones. 

Te puede interesar