Opinión

La marea del 33 por ciento

Había una oportunidad. Gente culta que asaltó el poder a golpe de democracia y sin más deudas pendientes que las contradicciones ideológicas. El proyecto sigue siendo hermoso, como la teoría, pero la peña vive de que se concedan licencias para poder disfrutar de la función del día a día. 

Ha pasado casi un año desde las últimas elecciones municipales y hay que reconocer que los concellos rebeldes han procedido a que el callejero de una vez por todas cumpla con la de Ley de la Memoria Histórica que aprobaron pero no ejecutaron las anteriores corporaciones municipales. Sin más calles a las que cambiar el nombre, ha llegado un momento en el que gobiernas o en la siguiente parada los pasajeros cambian de compañía. 

Ha sido un año para tomar medidas al reto, de aprovechar con acierto proyectos heredados y de no romper nada, que parece poco pero es mucho. Un año en el que casi no se ha notado qué se ha hecho o en el que se ha notado algo que no se ha hecho gran cosa. Alberto Bosch, alcalde de Madrid hace un porrón de tiempo, tanto como que ejerció a finales del siglo anterior al actual, respondió a un durísimo artículo de Leopoldo Romeo en 'La Correspondencia de España' enviándole una caja de puros habanos con una nota en la que rezaba: "Los periodistas no perjudican a los políticos cuando los combaten, sino cuando los olvidan". 

Pablo Iglesias, líder espiritual de la ola del 15-M, sirvió el nombre de un periodista de 'El Mundo', Álvaro Carvajal, para culpar a la prensa de cargar la tecla sólo en lo malo. Un amigo de la Marea también se ha metido en un enredo prescindible por largar más de lo necesario, aunque da la impresión de que pueden seguir hablando para el 33 por ciento. Y sin puros.

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