Opinión

Mejor sería escucharles a ellos

Yo oigo todo lo que haces y veo todo lo que dices", dijo el diputado Carlos Floriano que le dijo el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba en noviembre de 2009 después de un acalorado debate por el polémico sistema de escuchas Sitel. El PP en la oposición acusaba al responsable de Interior de intervenir conversaciones ilegalmente. Aunque más tarde Rubalcaba aclaró que se refería a lo que veía y leía en la prensa sobre los ataques de los populares contra un sistema legal para desgastar al Gobierno de Zapatero, sólo la posibilidad de que alguien pueda hacerlo mete miedo.

El PP en el Gobierno, en cambio, ha decidido incluir la facultad de que el ministro del Interior pueda ordenar escuchas e intervención de las comunicaciones sin autorización previa de un juez en el anteproyecto de reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal aprobado ayer por el Consejo de Ministros. Hasta ahora esta facultad se limitaba a casos excepcionales como el terrorismo, pero el Gobierno quiere tener 'barra libre' durante 24 horas para husmear "por razones de urgencia" en la vida privada del personal y después ya dirá el juez si la decisión ha sido pertinente. Y aunque no lo haya sido, date por fastidiado porque alguien habrá visto todo lo que haces y oído todo lo que dices y además amparado por la ley. Bajo el repentino propósito de acabar con la corrupción se aprovecha el viaje para poner en peligro las libertades conquistadas. No se trata de eso, sino de interés y de decencia.

Mariano Rajoy no se enteró de que Luis Bárcenas ponía el cazo y eso que le llevaba las cuentas del partido, ni supo que la sede en la calle Génova es presuntamente ilegal al haber sido reformada con dinero de la caja B, ni se enteró de las andanzas de la Gürtel. El mismo Rubalcaba no puso la oreja para escuchar que en Andalucía se lo estaban llevando a espuertas con el escándalo de los ERE y eso que lo veía y lo oía todo. El presidente Feijóo tampoco se coscó de que, según la investigación judicial, el militante popular Gerardo Crespo hacía trampas con la pasta que la Xunta, también la del bipartito, le daba a sus empresas para cursos de formación a pesar de que coincidían y hablaban en multitud de actos. Casi nos quedaríamos más tranquilos si todos pudiésemos escucharlos a ellos.

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