Opinión

Mientras dure, la vida

La actualidad cargada de dramas ajenos no debe ser peor que antes, sólo que ahora llega al instante y a todas partes. Las informaciones sobre Gaza sacuden el lagrimal y la conciencia mientras la política occidental se aprovecha de dos masacres (la perpetrada por el terrorismo de Hamás y la respuesta desproporcionada de Israel) para minar al adversario.

El aviso sobre la llamada a consultas de Israel a su embajadora en Madrid por verbalizar Pedro Sánchez las dudas sobre el respeto al derecho internacional humanitario en la ofensiva de Gaza, por decirle a Netanyahu a la cara lo que piensa gran parte del personal por estos pagos, se asoma a la ventana del teléfono móvil. También aparece un atentado de dos terroristas de Hamás al oeste de Jerusalén que se ha cobrado la vida de tres personas en una parada de autobús. La tregua se tambalea. “Hasta para nacer can hai que ter sorte”, repetía padre al escarbar en las desgracias del día que traía el periódico. “Aquí la gente es buena, el clima es fabuloso y hay que dejarse de coñas, dedicarse a vivir y enfadarse lo menos posible”, recomendaba de otra manera el centenario Gerardo Fernández Albor, presidente de la Xunta entre 1982 y 1987.

La peña sigue aplicándose con esmero en la urgencia de vivir mientras dure la función

Desde el andamio de una obra se escucha entonar a un albañil. Una acción corriente provoca la sonrisa en los que caminan al mediodía por la calle olvidándose unos segundos de sus preocupaciones. A pesar de la gravedad impostada en la política estatal y el contagio en la gallega por la amnistía, la fatiga de las costuras del traje de la Transición, un viaducto más o una carretera menos, la peña sigue aplicándose con esmero en la urgencia de vivir mientras dure la función. La tonada del albañil y la reacción lleva a cambiar la partitura para centrar la columna en las ganas de vivir.

La compañera Xiana Cid contó en La Región que la hostelería ourensana roza ya el 100% de reservas para las cenas de Navidad. Hay hosteleros que aseguran no haber presenciado nada parecido en tres lustros de oficio y en Ourense no se pasa sed. Agotado el turno del fin de semana, la farra se celebra a diario. Incluso para casarse la espera puede alcanzar los dos años y las bodas en invierno empiezan a ser habituales. Mientras dure, la vida.  

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