Opinión

Palmas para el AVE del Miño

Pongámonos en el caso de un viajero que espera en la estación de Lugo para trasladarse en tren hasta Ourense. En la prensa de ayer habrá podido leer que José Manuel Barreiro, portavoz del PP en el Senado, afirmó durante el debate de los presupuestos en la Cámara Alta que las cuentas del Gobierno de Rajoy para este año "suponen la confirmación de la llegada del AVE a Lugo". 

El optimismo del veterano político descarrila ante lo que dice el billete del pasajero. Hoy recorrerá los 78 kilómetros que separan las dos capitales del Miño a una velocidad media de 45 kilómetros por hora. El tren más veloz, de los cuatro disponibles a lo largo del día, necesita 1 hora y 35 minutos para llegar al destino, y el más lento emplea 1 hora y 54 minutos. 

Humanamente resulta comprensible ser agradecido con el dedo que te ha señalado para disfrutar de una mecedora en el Senado sin grandes sobresaltos, pero cuando no se mide el elogio corres el riesgo de quedar retratado como un palmero del jefe. La llegada de la alta velocidad a Lugo se empezó a esbozar en el plan de infraestructuras 2000-2007. Las buenas intenciones se ratificaron tanto en el Plan Galicia como en el Pacto del Obradoiro, pero la irrupción de la crisis económica hizo que se pensase otra vez el proyecto y los antecedentes no auguran puntualidad con las obras prometidas. La variante de A Pobra de San Xiao se inició 1999 y todavía está a punto de concluirse. En las cuentas del Gobierno de Rajoy se dice que "está previsto el inicio de estudios de las actuaciones que permitirán el traslado de los beneficios de la alta velocidad Madrid-Galicia en las conexiones con Lugo". 

José Manuel Barreiro tiene razón en que los beneficios del AVE están más cerca de Lugo con cada metro ganado en la provincia de Ourense, pero aquí hasta el alcalde de la capital, el también popular Jesús Vázquez, tuvo que trasladar al ministro de Fomento, Íñigo Gómez de la Serna, el clamor ciudadano por el retraso anunciado de la variante de Taboadela y el temor a que los trenes circulen a perpetuidad por el llamado "trazado de la vergüenza". En Vigo, el socialista Abel Caballero amenaza con seguir dando toques de concierto para lograr la conexión a Madrid por Cerdedo. Barreiro prefiere las palmas.  

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