Opinión

Entre la realidad y el holograma

El personal está tan harto de ver a los mismos y de escuchar la letanía de siempre que es capaz de entregar su voto a un holograma. Y a veces no está mal atreverse a soñar, aunque también se corre el riesgo de no bajar de la nube. Una señora de avanzada edad buscó ayer delante de este chófer de anécdotas la papeleta en la que aparecía el careto de Pablo Iglesias, líder de Podemos. "Por lo menos cuenta algo distinto", le dijo a la colega que la acompañaba en el colegio electoral sin parapetarse en el biombo. Dos votos inesperados y nada secretos se llevó el tipo a pesar de que su formación lleva cuatro meses en la refriega.

Hay experiencias personalistas como la de Ruiz Mateos o la de Jesús Gil que indican que las aguas electorales casi siempre regresan al cauce bipartidista, que el mosqueo se pasa y en el poder siguen los mismos, pero todavía es pronto para juzgar el recorrido que pueda tener este discurso de máximos, grandes proclamas y sin una gran estructura de partido. Podemos se ha convertido en la cuarta fuerza política. En Galicia ha desplazado al BNG, pero las municipales son otro asunto y ahí se comprobará si todo ha sido un sueño. También hay casos como el de Rosa Díez. Ahí continúa sumando descontentos.

El bipartidismo se ha llevado un sonoro sopapo, pero por estos pagos tanto Feijóo como Besteiro se contentan a su manera. El líder del PPdeG porque aumenta la distancia respecto al PSOE gallego y mejora los resultados de su partido, aunque perdería la mayoría absoluta, y el socialista porque aprecia que Galicia gira a la izquierda aunque no mete el coche en su garaje. La noche electoral supone un maravilloso ejercicio de optimismo, aunque también de cinismo. Xosé Manuel Beiras argumentó que fue "un día muy feliz" porque AGE, aunque se quedó sin fuelle para alcanzar al PSdeG, al menos conservó el bronce y a Xavier Vence, portavoz nacional del BNG, sólo le faltó encender la traca al calificar el descalabro de "resultado fantástico" por retroceder sólo 1,2 puntos respecto a las europeas de 2009, cuando el frente seguía unido. Todos contentos, menos Rubalcaba. Sobre todo Millán Mon, José Blanco, Lidia Senra y Ana Miranda, ésta al menos un año, porque tienen un suculento plato caliente en Bruselas. Y no es un holograma.

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