Opinión

La responsabilidad no es cobardía

Gila tendría munición para bombardear con varios programas de humor tronchantes. "¿Es ahí la independencia? Que se ponga". Mientras continuamos dándole vueltas a si Carles Puigdemont ha declarado la independencia de la República de Cataluña o si ha pedido la suspensión de una declaración que no hizo para abrir una etapa de diálogo con el inmediato torrente chistes en las redes sociales, sería de soberbios negar que hasta ese instante todo el mundo tenía el trasero apretado por las consecuencias sociales y económicas de una decisión que acabaría frustrando a una de las dos sensibilidades.  

La CUP y el movimiento independentista, que siguió el discurso de Puigdemont en pantallas gigantes en los aledaños del Parlament como si el Barelona estuviese disputando la final de la Champions, consideraron la decisión como una "traición inadmisible". El Gobierno central también utilizó el mismo adjetivo, al tiempo que amenazaba con consecuencias por una declaración que se fue al palo cuando lo más sensato o deseable sería reconocer los esfuerzos del rival político que te tiende la mano para intentar salir del agujero en el que nos han metido todos. La humillación es un recurso al que sólo se agarran los que moralmente se sienten débiles. La responsabilidad nunca debe ser confundida con la cobardía. El discurso del president catalán fue sorprendentemente conciliador, reconociendo la diversidad ideológica de un pueblo en el que también hay mucha gente que se siente tan catalana como española. Entre la posibilidad de seguir adelante con la independencia o convocar elecciones, Puigdemont ha apostado por una vía intermedia. El problema de esa orilla del Mediterráneo ya es conocido en el planeta y es el momento de que todo el mundo ponga de su parte para intentar encontrar una solución porque está en juego el bienestar del Estado. 

Desde Galicia, escuchar a los portavoces de Ciudadanos y del PP, Inés Arrimadas y Xavier García Albiol, argumentando en castellano durante un debate de tanta trascendencia resulta curioso. En el Parlamento de Galicia la exconselleira Pilar Farjas, natural de Teruel, o el exconselleiro Agustín Hernández, nacido en Madrid, siempre se esforzaron para respetar la lengua de la tierra que representaban.  

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