Opinión

Del discurso a la realidad

Al contrario de Aznar en 1996, Alberto Núñez Feijóo no podrá hablar euskera ni catalán en la intimidad después de su victoria pírrica del 23J. El discurso de tierra quemada contra los nacionalismos de derecha e izquierda, contra los posibles consensos con el partido socialista, basado en la irrealidad de la demoscopia y la soberbia de sentirse ganador por designación de los oráculos, ha colocado al líder conservador en el camino hacia su final político. El argumentario de Feijóo desde su llegada a Madrid merece un ensayo, un libro concienzudo que escapa a las dimensiones de cualquier análisis periodístico. Con una mirada panorámica a la globalidad de sus sucesivas posiciones cambiantes frente a cada realidad se vislumbra un desconcierto del pensamiento ideológico descomunal. La praxis mostrada a lo largo de las dos contiendas electorales, tras el prólogo en el Senado, encierra un verdadero manual de cuanto no se debe hacer en democracia para convencer y vencer. A Feijóo le ha bastado poco más de un año para desmontarse a sí mismo tras alcanzar la presidencia del PP en abril de 2022. Su objetivo principal, “derogar el sanchismo”, ha sido rechazado en las urnas al no alcanzar los escaños necesarios por encima de la suma de los partidos del gobierno de Sánchez. 

Ni soy ni pretendo ser profeta, pero en mayo del año pasado escribí en mis columnas: “Días antes de su dimisión le predije a Núñez Feijóo que tenía dos años para organizar su leal oposición y otros cuatro para ejercerla antes de llegar, si es que llega, a La Moncloa. Él se limitó a contestarme que no manejo bien el calendario, que las cosas pintan de otra manera”. Y se marchó a la capital feliz con el cuadro bajo el brazo, aún la pintura fresca. No sé si cuando regrese de mis vacaciones en septiembre estará a las puertas de la Moncloa, se sentará en el escaño de la oposición o habrá hecho las maletas de regreso a Galicia, pero lo cierto es que en esta resaca navega en el mismo bergantín y con los nudos de idénticos discursos erráticos. Ahora, del no derogado sanchismo, pretende el apoyo socialista para pasar el Rubicón de la investidura que reclama a Felipe VI, augurando peregrinos anuncios de bloqueos y catástrofes económicas. De no conseguirlo fía su esperanza a la repetición de elecciones, una práctica criticada a su contrario. Al verse temido por los partidos catalanes, él y los suyos juegan a demonizar a Junts per Catalunya, los herederos de CiU con quienes Aznar negociaba en catalán. Y no parece que haya margen para comprar tránsfugas. Esta es su penitencia.

Cuando el discurso político no se adapta a la realidad que se pretende mantener o transformar, lo lógico es que se hunda en los charcos de cualquier pantano de arenas movedizas. En el PP, desde el “váyase señor González”, se han acomodado en la filosofía de la presión mediática ambiental para alcanzar sus objetivos. No les adjudicaré la famosa tesis de Goebbels por la que convertir la mentira en realidad es solo cuestión de repetición e insistencia. No, porque ni ese propósito le hubiera servido a Feijóo en su peregrinación por entrevistas, debates y mítines. En sólo tres meses, sin ayuda externa, ha desmontado toda la estrategia de oposición de los poderes fácticos desarrollada durante más de cuatro años contra el gobierno bipartito. Si el presidente socialista repite gobierno y legislatura deberá agradecérselo no solo a su manual de resistencia y a la buena gestión, sino también al propio líder opositor. Así, estoy seguro de que en septiembre, cuando Feijóo despierte, el dinosaurio Sánchez aún seguirá ahí.

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