Opinión

Un debate anómalo y endiablado

Que un candidato con opciones de ser presidente, sea del partido que sea, pueda dar plantón a un debate electoral es una anomalía democrática por mucho que esté amparado por una ley electoral obsoleta que, es cierto, no obliga a los candidatos a debatir.

Si además el que da calabazas al debate ocupa la presidencia del gobierno, como es el caso de Rajoy, la anomalía se agiganta. Debatir solo con uno de los candidatos, el que más le interesa únicamente a él, como será el caso, es un desaire democrático, pero no un error.

Al contrario. Desde el punto de vista electoral, al huir de los debates a cuatro, Rajoy toma una decisión en defensa propia y en ese sentido, electoralmente impecable. Y cuando envía a Soraya Sanz de Santamaría a partirse la cara con Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera, en vez de ir él, la decisión están siendo, además, hábil.

Al primer debate, el digital organizado por el diario El País, Rajoy simplemente no fue. Frente a las lecturas de que por esa razón fue el gran perdedor del debate también se podría hacer la de que hubiera perdido mucho más yendo, que seguro que sí. Hubiera sido el pim-pam-pum de los otros tres que sí asistieron, que apenas tienen mochila, gozan aún de la frescura de la que él carece y además Rajoy saca a todos ellos un puñado de años (17 al que menos).

En el segundo debate, el de hoy, opta por enviar a Soraya Sanz de Santamaría, con mochila, eso sí, pero de la misma generación y frescura que los candidatos de PSOE, Podemos y Ciudadanos. La vicepresidenta no ha ganado ninguna liga de debate, como Albert Rivera, pero se ha fajado miércoles sí y miércoles también en las sesiones de control, contrastando sobradamente sus habilidades dialécticas y argumentales. Y además, yendo ella al debate se anula el factor generacional que tanto daña al verdadero candidato del PP.

Otra consideración: Si bien Rajoy empezaría un debate con Sánchez, Rivera e Iglesias con no pocos puntos de desventaja (su baja valoración es la principal), resulta que a Sanz de Santamaría le ocurre justo lo contrario, pues a todo lo anterior suma también el ser la única mujer de entre los cuatro que debatirán.

Visto así, el debate de hoy, pese a lo que se diga por la ausencia de Rajoy, a quien realmente puede lastrar para el resto de la campaña es a los otros tres candidatos. Bastaría para ello con que Soraya Sáenz de Santamaría se erigiese en ganadora. O incluso no tanto: simplemente que ganara a los puntos (nada descartable porque en realidad estos debates casi nunca los gana nadie con claridad). Si ocurriese, la lectura será que los números uno de PSOE, Podemos y Ciudadanos habrán perdido con la número dos del PP, lo que la reforzará a ella, por supuesto, pero también mucho (muchísimo) a Rajoy, aún sin estar. Y si por el contrario pierde el debate Sáenz de Santamaría, habrá perdido ella, que no Rajoy.

Así que, paradójicamente, el de hoy es un debate cojo y endiablado para Sánchez, Iglesias y Rivera, que son quienes más tienen que perder. Tan paradójico como que al final es Rajoy quien más puede ganar, incluso no estando o precisamente justo por eso.

Y quienes perderán sí o sí serán los ciudadanos, que se quedarán sin el debate que democráticamente se merecen.

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