Cotilleos de verano

Además de poner a descansar las neuronas que gobiernan nuestra rutina diaria, el verano sirve para adentrarnos en toda una serie de adormecidos recovecos de la mente que el resto del año suelen permanecer deshabitados.
Tenemos tiempo, por ejemplo, de parar nuestra atención en comportamientos ajenos y, por qué negarlo, de ser un poco cotillas. 'Oye, Montse, que casi no me queda batería, te llamo para decirte que llegaré un poco más tarde de lo previsto. Vale, hasta luego, cariño, un beso'; fin, más o menos, de la escueta llamada, con sutil mensaje incluido para que la presunta parienta no se enrollase demasiado en su respuesta, con el consiguiente peligro de agotarle la batería del celular. Lo que la confiada Montse, seguramente, jamás sabrá es que, el que supongo era su marido, iba acompañado de lozana y escotadísima moza. Doy mi palabra de honor de que fui testigo casual de esta brevísima y vodevilesca conversación, que escuché recientemente en plena calle cuando, al atardecer, regresaba de dejar mi coche en el parking.

No tengo la menor duda de que fueron los pecaminosos efluvios veraniegos los que desencadenaron la verídica maledicencia que acabo de relatar. Cuando no hace calor, las damas acostumbran a ir menos escotadas y a los varones no les hierve tanto la sangre.

También estos días he llegado a la conclusión de que, mayormente, son las mujeres las que acostumbran a llevar la iniciativa en las siempre complejas relaciones de pareja. A propósito de este particular estudio antropológico, no hace mucho me cotillearon lo siguiente:

En su noche de boda, un joven e indeciso gallego no paraba de dar vueltas en la suite nupcial del gran hotel. De pronto, inquirió a su impaciente esposa: '¿Ponemos un poco la tele, o qué?, a lo que ésta le respondió: 'Primero, o qué, y luego vemos la tele'. ¿Les ha quedado claro?

Consejo del autor: No dejen de sonreír todos los días del año. Las autoridades sanitarias recomiendan esta práctica gratuita. De nada.

Te puede interesar
Más en Cartas al director