HIMNO DE ESPAÑA, ESCUCHAR Y CALLAR

Hace unos días contacté con un buen amigo residente desde hace varias décadas en Caracas. Un futbolero que se desplazó hasta Puerto la Cruz para ver el partido Venezuela-España. Hablamos del encuentro, además de otras cosas, aunque relacionadas con el evento deportivo. No hay duda de que hoy por hoy la selección española por donde va deja una impronta, marca una importante pauta. Es la mejor. Pero no es del partido de lo que quiero expresarme, sino de sus prolegómenos, y aquí sí que nosotros los españoles no damos la talla, viajamos en el furgón de cola.
Desde mi domicilio he visto los dos encuentros jugados en América y he sentido cierta vergüenza. En la antecontienda deportiva, tanto el partido jugado en Boston como el de Puerto la Cruz fueron precedidos por los actos protocolarios, entre ellos los himnos nacionales. Y aquí es cuando, como antes decía, sentí un poco de erubescencia contenida.

Los venezolanos cantaron el 'Gloria al Pueblo Nuevo' (su himno) al son de los acordes de su música. Los estadounidenses corearon también el 'The star spangled banner' (la bandera adornada por las estrellas), interpretado en su letra por una bonita voz 'a capella' desde el centro del terreno de juego. Toda unha exhibición, toda una lección. Y nosotros, como en esto vamos un poco retrasados, no disponemos de letra en el himno de España, teniéndonos que arreglar con la simple música.

Estoy seguro de que hasta los propios futbolistas formados, firmes y entrelazados les daba un poco de 'noxo' al tener que permanecer con la boca cerrada menteniendo el tipo, con la mirada fija y perdida en el horizonte en los instantes en los que sonaba la música, sabiéndose en esos momentos observados en un barrido de las cámaras de TV de todo el mundo y por los espectadores presentes.

Aquí es donde fallamos, no somos capaces de consensuar una letra para esa música. Esto nos confirma que el único interés de los gobernantes es sentar su propia cátedra en la geografía de la piel de toro y, si puede ser, exportar su modus propio regional, pero para nada les incumbe saber que el lugar donde vivimos, aunque les pese, se llama España. Menos mal que la Marcha Granadera data del siglo XVIII, sino a estas alturas no tendríamos ni música ni letra, ni consecuentemente himno.

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