LAS HUELGAS DE HAMBRE

La huelga de hambre no es más que un chantaje, un sistema de pataleo cuando se presume que legalmente no hay lugar para el indulto. El terrorista, el delincuente, autores de crímenes o cualquier otro delito, barajan dos posturas contradictorias: la agresividad y el perdón. Son agresivos y no sienten piedad de sus víctimas cuando están en libertad de movimiento, pero cuando la justicia pretende castigar esos delitos, exigen el perdón y la piedad que han negado a sus inocentes víctimas.
Los sentimientos no deben ser los artículos del juzgador a la hora de determinar la culpabilidad del que ha vulnerado la ley. El delincuente acude al chantaje de la huelga de hambre y sus seguidores realizan una especie de montaje para presionar y debilitar el fallo condenatorio que ha merecido la actuación del acusado.

La auténtica justicia debe estar por encima de sentimientos para así equilibrar la balanza; un rostro demacrado por la falta de alimento o un lloriqueo enternecedor no son los mejores medios para eludir una sentencia de culpabilidad.

Rara vez un huelguista llega hasta el fin en su propósito, pero si el suicidio se cometiera tampoco equivaldría esa muerte como absolución de su crimen. 'Dura lex, sed lex' que decían los romanos.

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