POLÍTICA DE ESPEJISMOS

La democracia, la política y la soberanía nacional no pueden ser las víctimas de una crisis financiera en cuyos orígenes está, sin lugar a dudas, la fiebre especulativa y sin control de un sistema financiero internacional sin regulación posible en las actuales circunstancias. Mientras no nos enfrentemos con esta realidad de forma decidida, estaremos inmersos en una política de espejismos y nigromancias. No es un problema de un solo partido político, ni de las actuales instituciones, sino de toda la sociedad, conscientes de lo que nos estamos jugando: muchos años de lucha por la libertad y el bienestar.
El profetismo, también en política, no ha sido el gran generador de bienestar social. Puede ser solución para el momento; el futuro hay que buscarlo en la voluntad popular, consciente, debidamente informada. Sería un gran error considerar que los gobernantes políticos dejan de ser válidos en estos momentos y hemos de refugiarnos en alquimistas políticos y nigrománticos. Los políticos han de fajarse, no sólo en los laboratorios, sino en el enfrentamiento constante con los ciudadanos y con sus aspiraciones.

El paro es presentado como el principal problema, pero tiene una gran complejidad que enmascara muchos otros problemas políticos y sociales. En España deberíamos tener un especial cuidado en evitar una dinámica de supuestas soluciones elitistas, que podrían acarrear daños irreversibles.

Un recurso a la ciudadanía requiere que los ciudadanos sean tratados en toda su significación y no sólo a través de la manifestación en un momento concreto de su voluntad. Desde el momento en que el gobierna mira al ciudadano, el ciudadanos se siente responsable de lo que haga el gobierno, pero no cuando los gobiernos 'van por libre', sin sentirse comprometidos. Proyectar un pacto de corresponsabilidad de todas las fuerzas no requiere un gobierno de concentración en la forma, pero sí en el fondo. En democracia, guardar las reglas es imprescindible, pero de nada sirven si no vienen dinamizadas por los acuerdos que atañen a los problemas de fondo: entre otros, el paro real. Ingresar en un estado de corresponsabilidad social y política no es una transacción: no es un contrato ni un acto explicativo, sino volver a las profundidades mismas de la democracia participativa.

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