RETRASAR LAS BATALLAS

Los políticos deben saber discernir entre las batallas que les son impuestas y aquellas otras que buscan. Después de los resultados catastróficos que ha tenido la izquierda en el 20-N, la revisión de las políticas desarrolladas es una batalla ante la cual no son permitidos los escamoteos más o menos larvados o enmascarados con otros proyectos.
Sería un error estimar que tras las últimas elecciones ha habido un escoramiento de la sociedad hacia la derecha. La emergencia de partidos en la izquierda del PSOE pone de manifiesto, que se han de actualizar los contenidos de los proyectos políticos y las personas encargadas de llevarlos a cabo. No se trata de un mero maquillaje ocasional, sino que se ha de ir más a la raíz de los problemas. No son pocos los que opinan que se trata de una refundación y una consecuente reformulación de los valores de la izquierda.

Retrasar la batalla de las discusiones puede convertirse en el desencadenante de derrotas que hagan muy difícil la recomposición de las voluntades operativas para la política. La interdependencia generacional exige un nuevo modelo de contrato social. Los problemas de justicia intergeneracional no se resuelven con una lógica de la reciprocidad, sino con una ética de transmisión de los valores de las personas.

La diferencia entre la posibilidades de los ciudadanos de hoy, aunque problemáticas, son mucho mejores que las de los ciudadanos de mañana. Si únicamente tenemos en cuenta el significado de nuestras acciones para nuestros intereses presentes, no seremos capaces de comprender de qué modo incidimos en el futuro y hasta qué punto esta repercusión nos reclama soluciones urgentes en un sentido ético y político. No debemos limitar la libertad de futuras generaciones más de lo que estaríamos dispuestos a aceptar por parte de las generaciones anteriores. La oposición responsable ha de ser consciente de ello.

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