La villa empadronó a veinte en lo que llevamos de año y Ramirás recibió a medio centenar en dos años
En los últimos tres años, la población española en Venezuela se ha reducido a la mitad, tal y como recordaba ayer en las páginas de este periódico el secretrio de la Hermandad Gallega de Caracas, José Antonio Alejandro. Habiendo sido Galicia uno de los principales focos de emigración hacia el país caribeño durante los años 60, no es de extrañar que las tierras gallegas sean las elegidas a la hora de volver en un momento en el que el país atraviesa una profunda crisis económica y social.
Así, la asociación Alma Llanera estima que en toda la provincia actualmente hay entre 4.000 y 4.500 venezolanos, si bien las cifras oficiales del consulado de Vigo hablan de 3.000. Su presidente, Lorenzo González, asegura que "aunque es la tercera en términos relativos -después de Ourense y O Carballiño-, hoy en día, Celanova es la que más gente está recibiendo". Los emigrantes retornados y sus familias están "escapando literalmente" de Venezuela, sobre todo desde hace tres años, explica.
Tan sólo en la capital celanovense, han sido un total de 20 personas las que se han empadronado en la villa en los cuatro meses que llevamos de 2017. En municipios como Ramirás están consiguiendo mantener el censo municipal gracias a los retornados. Según cuenta el regidor, Carlos Rodríguez, "no último ano e medio voltaron sobre 40 ou 50 persoas". Vienen, además, con idea de quedarse puesto que la tierra de origen de sus familias les espera con casa y, sobre todo, tranquilidad.
Si bien esto son sólo cifras, no conviene olvidar que detrás de cada una hay una historia. Es el caso de la familia de Yenis Montero, que fue de las primeras en darse cuenta de que el futuro de Venezuela no pintaba bien y en 2003 partieron rumbo a Celanova. "En aquel momento se daban los primeros ataques del gobierno hacia el pueblo pero todavía no había problemas de suministros", recuerda. Sí los había ya en 2009, cuando regresó de visita.
Algo similar le ocurrió a Jorge Cardoso, que principalmente huyó en 2004 de la inseguridad ciudadana. A pesar de que allí tenía trabajo, decidió probar suerte en España. Y no fue el único, puesto que "de mi grupo de amigos, que debíamos ser unos 30, hoy sólo queda uno en Venezuela, el resto estamos por todo el mundo".
Ellos son un ejemplo de aquellos que abandonaron el país cuando las cosas empezaron a pintar mal para la población, pero Marilin Tovar sí tuvo ocasión de sufrir el principio de la peor época. Llegó a Celanova en 2015 con una niña recién nacida. "Ya había problemas de escasez, a mí me costaba mucho encontrar pañales, pero con dinero y buscando siempre podías conseguir algo", explica sobre una situación a la que lamentablemente todavía deben hacer frente muchos paisanos. Con todo, "para mí el detonante fue la inseguridad incontrolable que hay". Marilin Tovar tiene otra hija de 10 años y una de las cosas que más agradece de Celanova es la "libertad con la que puede vivir".
Los tres son hoy emprendedores que regentan sus propios negocios pero siempre con la mirada puesta en el país que les vio nacer y donde conservan gran parte de sus familiares. Ellos, con "ganas de venirse" llevan más de un mes peleando en las calles para recuperar el control de uno de los países con mayores riquezas naturales del mundo.
Doce alumnos matriculados en los colegios
Los dos colegios de Primaria de Celanova esperan a una docena de nuevos alumnos llegados de Venezuela para el próximo curso. Tanto en el Curros Enríquez como en el Sagrado Corazón hay ya matriculados seis estudiantes, algunos de los cuales no han llegado todavía a España. Las cifras son similares a las recibidas en el curso actual. Según los responsables de ambos centros, no existe ninguna dificultad de adaptación de los pequeños, que enseguida se adaptan a las costumbres, si bien a nivel académico, en ocasiones es necesario atrasarles un curso debido a la diferencia de nivel con Venezuela.
