ÁGORA ECONÓMICA

De cómo matar al mensajero

El márketing institucional aplicado a la política aconseja, en determinados casos, utilizar un intermediario o un mensajero cuando hay que comunicar un hecho que puede incomodar a un auditorio fiel o existe la necesidad de modular una postura arraigada en un grupo ideológico. 

Se trata de no deshacer los lazos de unión de un partido político con sus partidarios, incluso con una facción de su partido, aunque la realidad aconseje tomar decisiones prácticas al margen de los postulados tradicionales de una organización. Esto debieron programar los asesores de Ángela Merkel, cuando esta semana invitaron a Mario Dragui a explicar en el parlamento alemán las nuevas medidas de estímulo monetario del Banco Central Europeo. 

Ha sido una semana dura para las relaciones entre el BCE y el ejecutivo alemán. Draghi se ha atrevido a hacer frente a las críticas de Schäuble, ministro alemán de finanzas, el cual había advertido previamente al gobernador del BCE que los bajos tipos de interés y el descontento de los ahorradores están alimentando el auge de la extrema derecha en Alemania. Así, en declaraciones al salir de la última reunión del consejo de gobierno del banco, Dragui se ha mantenido firme para defender la  autonomía del Banco Central, manifestando que “obedecemos la ley, no a los políticos, porque somos independientes”, pero también ha marcado un reproche sobre el esfuerzo del organismo para  traer estabilidad y crecimiento a la Eurozona ante la pasividad del poder político, como queda de manifiesto cuando dice que “nuestro mandato es buscar la estabilidad de los precios en toda la eurozona, no solo para Alemania” o que “salvo raras excepciones, nuestra política ha sido la única destinada en los últimos cuatro años a impulsar la economía”. 

Siguiendo con el marketing institucional, es probable que Schäuble esté jugando un papel excesivamente crítico para contentar a sus bases, pero el plan de Dragui cuenta cada vez con más apoyos en el conjunto de Europa. Alemania se siente acorralada y ahora se requiere un intercambio de opiniones y sentar nuevas pautas de consenso. 

En cualquier caso, las medidas del BCE han llevado los tipos de interés a cero y eso tiene ganadores y perdedores, más allá de que en el largo plazo el beneficio de la medida pueda ser generalizado. El éxito dependerá de la capacidad para dinamizar la economía y estabilizar la inflación en los próximos dos años, pero el otro reto fundamental será, una vez logrado este objetivo, retornar progresivamente a unos tipos de interés normalizados sin provocar una crisis financiera. 

A priori, los principales beneficiados son los inversores, las empresas y los estados, sobre todo los más endeudados. Así por ejemplo, aparte de la rebaja del coste del crédito que propicia el descenso de tipos oficiales y la necesidad de los bancos de obtener rentabilidad a través de mayor volumen de préstamos, la próxima compra por parte del BCE de bonos de empresas con grado de inversión (las más solventes) está ya repercutiendo en un incremento general del precio y la consiguiente rebaja del rendimiento que ofrece la renta fija en general, incluso los bonos basura, lo que favorece las condiciones de financiación y alivia las cuentas de las empresas más endeudadas. Asimismo, la mayor disponibilidad de dinero y las menores alternativas rentables de carácter conservador también llevarán a muchas empresas y particulares a invertir en bolsa, lo que, por una parte, dará soporte a los mercados y propiciará subidas en los índices como las que hemos visto en el último mes, aunque, por otra parte, se amplificarán los  vaivenes en las cotizaciones de determinados sectores como el bancario o los ligados al petróleo y las materias primas, como también hemos visto recientemente. Además, es de esperar que, como efecto colateral, el euro se deprecie y favorezca las exportaciones, sobre todo aquellas más elásticas con relación al precio. 

Por el contrario, los más perjudicados serían los fondos de pensiones (que tendrán difícil obtener rentabilidad en productos de poco riesgo) y los ahorradores, sobre todo aquellos con significativos saldos disponibles que no dependen de mayores ingresos futuros de renta o salarios, ni asumen riesgos directos en la economía productiva. Los bajos tipos de interés y la disminución de alternativas de ahorro conservador limitarán las expectativas de obtener beneficios recurrentes, máxime si repunta la inflación. Un rentista gana incluso cuando la economía crece poco o nada -sobre todo en términos comparativos- si los tipos de interés son elevados. Alemania es una economía rica con una sociedad envejecida y mucho saldo atesorado, lo que sumado a un estado con superávit tanto fiscal como en su balanza de pagos, permite entender las reticencias a compartir una política cuyos principales beneficiados a más corto plazo son los ciudadanos del sur de Europa. También es cierto que las exportaciones del país germano probablemente se dispararán y favorecerá el consumo interno. De momento, como botón de muestra, los alemanes se han lanzado a comprar y reformar viviendas aprovechando el crédito asequible. 

En todo caso, si Draghi tiene razón y logra sentar las bases de un mayor crecimiento en toda la eurozona, no sólo se logrará superar la crisis endémica del continente sino que, seguramente, remitirá el auge de los partidos populistas a los que se refería el ministro alemán. 
Por otro lado, no hay que olvidar a otro grupo de grandes perjudicados, reducido en número aunque con cierta influencia mediática. Son los fondos y gestores de Hedge Funds que han especulado a la baja con las bolsas en general, con la evolución de los mercados emergentes en particular y apostando a la postre por una nueva crisis financiera planetaria, los cuales están acumulando grandes pérdidas. Más allá de la lógica discusión macroeconómica y la confrontación de ideas, no es difícil entrever ciertos intereses en determinadas opiniones muy críticas con los planes de estímulo, muchas de las cuales sirven también para alimentar el ánimo discordante con respecto a la política de expansión monetaria en Europa y también en Estados Unidos, con la esperanza de su inminente fracaso, el cual transformaría las fuertes pérdidas actuales en lucrativas ganancias para aquellos que han especulado a la baja. 

LA GIRA DE OBAMA
En otro orden de cosas, un emisario que también tuvo protagonismo en Europa esta semana ha sido Obama. El presidente norteamericano ha llegado como fiel soldado del Partido Demócrata dispuesto a que nada enturbie los planes electorales con vistas a allanar la victoria de Hillary Clinton (descontado su cartel de favorita a liderar la canditura del partido) en su carrera a la Casa Blanca. Así, si la semana pasada hizo una parada en Arabia Saudí, se supone que para mediar en los difíciles acuerdos para estabilizar el precio del crudo y apaciguar las tensiones del emirato con Irán, esta semana se ha destacado en la gira europea por hacer campaña abiertamente en contra del Brexit y abogando por una mayor integración europea en reuniones con los líderes de las principales potencias del continente. También ha hecho referencia a la seguridad, invitando a una mejor coordinación de la política antiterrorista y a la necesidad de una mayor implicación de Europa en los conflictos que afectan a Oriente Medio. No quiere que en los próximos meses ningún suceso desagradable desestabilice las bolsas mundiales o un nuevo atentado como el de Bruselas facilite el discurso visceral de Donald Trump, candidato del Partido Republicano con mayores opciones y probable adversario de Hillary Clinton en la contienda para ver quién será el próximo presidente de Estados Unidos. 

Es sorprendente que Mario Dragui o Barak Obama estén dispuestos a hacer todo lo que sea posible por salvar el Euro y de paso a la UE, y ningún dirigente europeo se haya manifestado en esta línea. Quizás el marketing institucional y político requiera de líderes con otra madera y una visión más global en la que apoyar sus instrumentos de comunicación, sin intermediarios.

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