En 1992, el 43% de los órganos eran de víctimas de accidentes de tráfico, ahora son el 10%

La generosidad creciente de las personas mayores mantiene los niveles de trasplantes

Marc Aureli Espada, uno de los primeros pacientes en recibir un órgano de donante vivo -su madre-, con el equipo médico.  (Foto: Archivo)
La edad media del donante ha pasado en la última década de los 43 a los 60 años, debido a la disminución de las muertes en accidente. La cantidad y la calidad de los órganos ha descendido y la espera de los enfermos jóvenes se ha alargado. La generosidad de los ancianos, cuyas donaciones han aumentado notablemente, permite realizar muchos trasplantes, pero sus órganos no sirven para todos los pacientes. Las donaciones en vivo y los trasplantes de fallecidos a corazón parado se presentan como las mejores alternativas para el futuro.
El carné por puntos y el endurecimiento de las penas para los conductores imprudentes ha reducido las muertes en la carretera y, como consecuencia indirecta, ha menguado la calidad de los órganos donados. La principal causa es que ha aumentado la edad media del donante en Galicia: de los 42,7 años en 1996 a los 59,5 en el año pasado. Los registros de la Organización Nacional de Trasplantes confirman que la media española (53,4) ha crecido siete años con respecto a 2001 y dieciocho desde 1992. Ese año, seis de cada diez donantes tenía entre 15 y 45 años; en 2008 tan sólo una cuarta parte estaba en esa franja de edad. En 1992, el 43% de los órganos pertenecía a víctimas de accidentes de tráfico, el año pasado los fallecidos en el asfalto representaron un 10% de los donantes.

El 65% de los transmisores de órganos fallecieron por un accidente cerebrovascular, mientras que el 25% perdieron la vida debido a traumatismos craneoencefálicos derivados de siniestros de tráfico, accidentes laborales o caídas fortuitas. El envejecimiento del donante alarga la espera de los pacientes jóvenes porque resulta más complicado encontrar riñones, hígados o pulmones ajustados a sus necesidades.

La solidaridad de los mayores no es suficiente para paliar un problema que le afecta a demasiadas personas; de los cinco mil enfermos que esperan para recibir un nuevo órgano, cerca de quinientos están en Galicia. Los coordinadores de trasplantes de los hospitales de A Coruña y Santiago han reorientado sus estrategias en los últimos años y han potenciado la coordinación para conseguir la óptima movilización de recursos desde la localización de un receptor adecuado hasta la operación.

‘En los últimos meses hemos realizado varias intervenciones pioneras como el primer trasplante de riñón-pulmón o un trasplante pulmonar a la vez de un bypass coronario’, explica Antón Fernández, del Hospital Universitario de A Coruña. ‘Esperamos avances importantes en los próximos meses para superar situaciones de incompabitilidad y seguir mejorando los trasplantes renales con donantes vivos’, dice.

Alternativa para jóvenes

Esa vía, la donación en vivo, se presenta como la mejor alternativa para los pacientes menores de 40 años, que actualmente tienen que esperar uno o dos años más que los enfermos mayores. La Organización Nacional de Trasplantes se esfuerza para incentivar el trasplante de donantes vivos de las unidades renales y hepáticas; que los familiares y amigos cedan una parte del hígado o uno de los riñones.

En la actualidad, tan sólo el 4% de las donaciones procede de donantes vivos, una tasa muy inferior a la media europea (5%). Si no hay problemas de compatibilidad, esta fórmula permite llegar a donantes más jóvenes y aumentar la esperanza de vida hasta los 16 años de media (en el caso de los procedentes de cadáver se sitúa en los 10 años por haber sufrido el shock de la muerte). Hay pacientes que, tras una donación, pueden ganar hasta treinta años de vida.

Mientras aumenta la edad media del donante, la del receptor disminuye; son cada vez más los jóvenes en diálisis que esperan un riñón, el órgano con más donaciones y mayor demanda. A partir de los 35, cada año se pierde un 1% de función renal; trasplantar un riñón de una persona de 65 años equivales a medio riñón de una de 30. Los especialistas optan por donaciones de mayores a mayores o por el trasplante doble.

Hay órganos más delicados, como el páncreas, que no se puede recuperar en mayores de 45 años. En el caso del corazón y los pulmones, la edad no es un factor tan determinante. El equipo de cirugía cardiaca del complejo hospitalario de A Coruña realizaba a principios del año pasado el trasplante de corazón de una donante de 79 años.

Otra opción para obtener más órganos es la donación a corazón parado, pero resulta complicado mantener la calidad de los órganos cuando la muerte por fallo cardiaco se produce fuera del ámbito hospitalario; sólo la rápida intervención de los servicios de emergencias puede evitar los daños causados por la falta de bombeo sanguíneo.

El banco de cerebros permite avanzar la investigación en el campo de las enfermedades neurodegenerativas

Los cerebros de los donantes también pueden salvar vidas sin que se produzca ningún trasplante. Tras diseccionarlos por áreas, se almacenan en cámaras congeladoras, a 80 grados bajo cero, para evitar que los tejidos pierdan sus propiedades bioquímicas y genéticas. Su conservación permite mejorar la lucha contra el alzhéimer, el parkinson y otras enfermedades neurodegenerativas.

El Banco de Tejidos Neurológicos (BTN) del Hospital Meixoeiro de Vigo, implantado en 2002, es único en Galicia en el estudio de prionopatías (la alteración de priones) y la investigación de enfermedades asociadas a Creutzfeldt-Jakob, causado por el mal de las vacas locas.

El funcionamiento del BTN está basado en un programa de donación, pero las muestras pueden proceder tanto de donantes como de autopsias clínicas de pacientes con enfermedades neurodegenerativas; es importante, además, la recepción de cerebros sanos para casos de control.

El objetivo fundamental del grupo coordinado por Carmen Navarro es proporcionar tejido nervioso para la investigación. La calidad y homogeneidad de las muestras se garantiza mediante protocolos estrictos y la colaboración de neuropatólogos, neurólogos y otros especialistas.

El número de donaciones es todavía muy bajo ‘debido al desconocimiento de los programas de donación y a la escasa concienciación de la sociedad’. El problema se agrava, según los investigadores, por las carencias de infraestructuras y recursos.

Para potenciar el desarrollo del banco de tejidos neurológicos e intentar incrementar el número de donaciones, el doctor Rivas, del área de Anatomía Patológica y Neuropatología, recomienda centrar los esfuerzos en tres direcciones: ‘lograr una mayor implicación de los organismos oficiales, conseguir la participación de la sociedad a través de una mejor difusión de la información y fomentar la colaboración multidisciplinar entre investigadores básicos, neurólogos, neuropatólogos y otros especialistas’.



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