La moda de la “nueva masculinidad”

Los nuevos referentes La llaman “la nueva masculinidad”, aunque de nueva no tiene mucho. Y si no, que se lo pregunten a David Bowie y su Ziggy Stardust, que ya en los años 70 llegaba desde otro planeta con monos ceñidos de lentejuelas, maquillaje y peinados que poco tenían que ver con los cánones que imperaban en la moda masculina de la época. Incluso antes, en los ”felices años 20”, el ídolo Rodolfo Valentino comenzó a dejarse ver con complementos hasta entonces asociados a la vestimenta femenina. Tampoco está muy contenta la opinión pública con eso de definir qué es la masculinidad, como si el hecho de vestir de una u otra forma lo hiciese a uno menos hombre o más mujer. Claro que aquí comenzaría otro debate: ¿qué son los géneros a la hora de vestir? Precisamente esto es contra lo que lucha la moda “genderless” -o sea, sin género-. En cualquier caso, mucho se está hablando últimamente de eso que han llamado “la nueva masculinidad”, que entre las generaciones millennial y centenial cuenta con algunos referentes bien claros. Harry Styles (1994) o Timothée Chalamet (1995) son dos de los iconos sobre los que la industria de la moda ha puesto su punto de mira. Sus apariciones en las numerosas alfombras rojas a las que sus apretadas agendas les llevan son de lo más comentadas, convirtiéndose en gurús e imagen para grandes casas de moda. Styles, por ejemplo, se mantiene como un auténtico embajador de la gran casa Gucci. Las claves En lo que estrictamente a moda se refiere, la masculinidad ha estado hasta ahora asociada a siluetas más relajadas, colores neutros y oscuros y poco estampado. Así que, en contraposición, “la nueva masculinidad” llega firmada por la extravagancia y la personalidad. Se llena de joyas y utiliza complementos para darle un toque de personalidad a sus looks. Pero antes ya lo hicieron Tino Casal o Miguel Bosé. Hubo un tiempo en el que los llamaron “metrosexuales” porque empezaron a preocuparse de su imagen y adoptar rutinas de belleza “propias” de las mujeres. Hoy, afortunadamente, pocos se sorprenden ya al ver a un hombre con un bolso, un collar o las uñas pintadas. Ahora toca asistir al ciclo natural de las tendencias y esperar a ver si esta nueva forma de vestir quedará reservada para unos cuantos en los altares de la industria o las grandes marcas que visten a las calles se harán eco del nuevo concepto de la moda masculina, que muchos etiquetaron durante años de “aburrida” frente a la variedad estética y estilística que se oferta para las mujeres. Libertad de elección y de expresión, ganas de arriesgar y divertirse o innovación son algunos de los conceptos que se esconden detrás de este movimiento. Y, como decíamos, de nuevo no tiene nada. Lo hacía ya los nobles y reyes en las cortes de hace siglos marcando la tendencia que las clases más bajas tratarían de imitar. Entonces ya usaban puntillas, volantes e incluso zapatos de tacón que luego quedarían relegados de esa supuesta “masculinidad”. Pero como nada en moda es solo moda, esa “nueva masculinidad” que ahora se ha popularizado a nivel de indumentaria no es más que el reflejo de cambios sociales y la evolución de los discursos imperantes -para muestra, la nueva campaña del Ministerio de Igualdad “El hombre blandengue”-. Porque los hombres lloran y el juego de la moda también es para ellos. De eso va esta nueva forma de entender la ropa. Y todos estamos entendiendo el mensaje, más allá de prejuicios de orientación sexual o identidad de género.