Dani de la Torre: "Me he liberado, con esta película me siento en paz"

“Hijo, haz esa película. Deja los tiros que te va a venir muy bien”, le espetó la madre de Dani de la Torre (Monforte de Lemos, 1975) poco antes de fallecer. En aquel momento, el director de “El desconocido” o “La sombra de la ley” tenía entre manos un guión muy diferente a la acción y a los “tiros” a los que tenía acostumbrados a los espectadores. “Live is life”, una película que le gusta definir como “de aventuras”, está basada en las novelas del catalán Albert Espinosa. Una pandilla a punto de vivir el verano de sus vidas protagoniza este largometraje que clausuró ayer el OUFF. La imponente Ribeira Sacra se cuela en los fotogramas de un relato ochentero con bicicletas y amigos en el que Dani de la Torre se ha sentido, sobre todo, “libre”. Raúl del Pozo, David Rodríguez, Adrián Baena, Javier Casellas, Juan del Pozo, Marc Martínez y Sílvia Bel -la gran mayoría afronta su primer reto cinematrográfico- dan vida a este grupo de colegas gallegos que llegarán en noviembre a cines de toda España. Después, a Netflix. Esta es la última aventura adolescente de los chavales. ¿Dónde le sitúa a usted? ¿Cuál fue su última aventura? En Monforte, donde viví hasta los 18 años, en ese verano en mi aldea de Pantón en el que me juntaba con mis amigos que venían de Madrid, Barcelona… Pasábamos tardes enteras en bicicleta, nos enamorábamos siempre de las chica que venían de Barcelona. Las catalanas les llamábamos. Y las chicas siempre se iban con el verano, ¿no? Siempre. E intentabas hacer llamadas de teléfono y no te dejaban porque eran muy caras. Me acuerdo de aquella libertad: no había teléfonos móviles, ni horarios… Había quizás exceso de confianza de nuestros padres, echabas la tarde sin volver a casa. Ahora, con el exceso de información que tenemos, es difícil de entender. Ahora sabemos demasiadas cosas. El miedo se instaló un poco en la sociedad. Entonces éramos más aventureros, los mayores cuidaban a los pequeños y los pequeños admirábamos a los mayores. Nos enseñan todo antes que nuestros padres. Era muy chulo. Recuerdo que las chicas de nuestras edad nos llamaban frikis y no nos hacían ni puñetero caso. ¿Las de Barcelona? Todas. Nos echaban del grupo, querían estar con los chicos más mayores. Era como ese contacto con el ser adulto, con alguien libre, que toma sus propias decisiones… No necesita que nadie le protega. Eso está muy guay. Tus primeras decisiones, las primeras chicas con las que estás. Es lo que más recuerdo. Las novelas de Espinosa (guionista) están ambientadas en la costa catalana. Le dijo que quería que la película fuese en la Ribeira Sacra. ¿Tenía la necesidad de sentirse libre con esta historia? Sí, tenía que hacerla mía y la forma era contarla donde yo crecí. Los personajes son mis amigos y para mí fue un alivio y una suerte, como una epifanía. Volver a los 16 años con chavales que hoy en día no saben lo que es un walkman o un teléfono de rueda. Para mí, explicarles todo eso fue muy chulo. Y recordar y entender a aquel adolescente que iba por ahí, que yo pasé una adolescencia complicada. Volver a verme en esas cuestas con la bici, hizo que valorase muchas cosas sobre mí mismo. Fue una película que, independientemente de contar una historia, me ha servido mucho a nivel personal. Me hE liberado, me he quitado un peso de encima. Estoy en paz. Sin quererlo, ¿también volvió a esa adolescencia con los chavales que interpretan la película? Sí. Yo no tengo hijos y ellos entendieron desde el primer momento dónde estaban y se fascinaron por la historia. No tengo hijos pero he tenido cinco durante cinco meses. Estudió Imagen y Sonido en Ourense. ¿Fue aquí donde tuvo claro que quería dedicarse al cine? Sí, yo había hecho el COU y me habían quedado un par de asignaturas. Mis padres me dijeron que hiciera una carrera. Me apunté a fotografía en Benposta. Y les intenté convencer, prometiéndoles que haría el Selectivo. Saqué el COU, hice Imagen y Sonido y vi que era mi lugar lo de rodar cortos y hacer fotografiía y les mentí. No hice el Selectivo. Como veían que estaba encontrando mi lugar, me dejaron hacerlo. Siempre con la esperanza de que hiciera una carrera algún día. Tras rodar “El desconocido” se abrieron muchas puertas y “La sombra de la ley” me abrió más. Quizás he pillado el mejor momento de la industria audiovisual española. Y que la Ribeira Sacra se vea en Netflix, ¿cómo sienta? Que la Ribeira Sacra se vea en los cines primero y luego en Netflix a nivel mundial es muy guay. Una de las responsabilidades que tenemos como contadores de historias es dar a conocer los lugares donde tú realmente aprendiste a tener esa mirada. Para mí la Ribeira Sacra es un sitio cinematográfico desde siempre. Siempre he querido hacer algo aquí. Creo que muchos cineastas vendrán a la Ribeira Sacra. Es poner en valor algo que es único y no lo hay en muchos lugares y está oculto.