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Consejo | Pobre niño

Los datos indican que alimentamos mal a nuestros hijos, hagamos un esfuerzo por ellos y aprendamos

Hace poco, navegando por la red, me encontré con un hilo de conversaciones criticando a niveles incomprensibles una foto de un niño desayunando garbanzos cocidos (entre otras cosas saludables), en la que la madre escribió como pie de foto: “Mi hijo no  sabe lo que es una galleta, él es feliz comiendo garbanzos”. 

Muchos comentaban que era poco menos que una tortura, otros que se trataba de una imposición moral por parte de la madre, que le estaba quitando la infancia al niño... Leí de todo, desde comentarios burlescos a comentarios despectivos y, digo yo: ¿qué tiene de malo que un niño desayune garbanzos y no conozca la industria de las galletas? La respuesta es simple: Nada.

Lo que ocurre es que como la mayoría de los niños/as desayunan leche con cacaos azucarados (de sobra conocemos las dos marcas que luchan por ese mercado), bollería y zumos industriales, todo lo que no sea ese formato de alimentación es susceptible de críticas. 

A los datos me remito: 

1- El 93% desayuna todos los días y lo hace principalmente con leche, cacao azucarado y galletas o bollería.

2- Los niños y adolescentes españoles consumen una media de 50 gramos de azúcares libres al día, cuando el límite que se recomienda no superar es de 37 gramos. Gran parte de esos azúcares son ingeridos en el desayuno y la merienda.

3- Alrededor del 40% de la población infantil española sufre sobrepeso u obesidad, debido en gran medida al consumo de alimentos insanos.

Y sobre las críticas, son algo que he vivido en mis propias carnes, ya que por el hecho de que mi hijo comiera una soja texturizada, unas galletas con habas o unos árboles de brócoli cocido, tuve que escuchar asombrado comentarios de gente cercana y familia…¡pobre niño…!. Pero, vamos a ver... si es un niño que prácticamente no ha probado nunca el azúcar refinado, ni los zumos industriales, ni las bolsitas de snacks, ni los refrescos carbonatados, y se alimenta de hortalizas, carnes blancas, pescados, frutas, legumbres, lácteos, frutos secos, cereales integrales y agüita fresca, ¿cuál es el problema? Realmente yo soy el que podría pensar que pobres los niños que no estén en el punto de mi hijo, pero, es algo que a mí no me compete extra laboralmente. 

Aunque tenga sus crisis por ciertos alimentos, recetas, sabores, colores y olores, mi sino en esta vida es el de educar y cuidar a mi hijo en todos los aspectos posibles, y la alimentación es algo demasiado importante como para que en nuestra casa no nos preocupemos de ella, sin importarnos nada, pero es que nada en absoluto, las posibles críticas sin fundamento que puedan surgir al respecto.

¿Y cómo se consigue algo así? Pues con mucha paciencia y dedicación. Nos sentamos a comer todos juntos siempre que sea posible, creamos un ambiente de relajación, no ponemos ni televisión, ni móviles, ni nada que nos aleje de la realidad del momento, que es disfrutar de la comida. Conversar (ahora aún estamos a golpes de monosílabos con él... pero ya somos capaces de entablar algo de conversación), mostrar empatía por los alimentos (sí, sí, empatía), en los que mostramos emoción y alegría por mezclar, probar, oler cada alimento como si fueran viandas de los dioses, que lo son. 

 Unos días come todo sin problemas, otros días un ingrediente que le encantaba lo saca de su boca cual ilusionista saca monedas de las orejas. No le obligamos a comerlo, pero otro día lo volvemos a intentar, de la misma forma o introduciéndoselo en otra receta, forma de cocinado… Esto es un ensayo-error/ensayo-acierto... y no hay más. Lo importante es darle todo el amor posible a nuestros hijos, ya no solo con la alimentación, si no con todo lo que rodea a su vida.

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