Por contra, los blancos de la Denominación de Origen valdeorresa no presentan notables desquilibrios
El año 2017 no fue el más adecuado para los vinos de la Denominación de Orixe Valdeorras. Las heladas y la sequía provocaron un descenso de un 30 % en la producción de uva y también afectaron a la calidad de algunos vinos, especialmente en los tintos. Lo indicó ayer Javier Luengo, responsable editorial de la Guía Peñín, tras analizar casi un centenar de vinos en la sede vilamartinesa del Consello Regulador.
"Los tintos presentan desequilibrios. 2017 se ve un año complicado", comentó. Esto quiere decir que algunos caldos tenían exceso de madurez o de acidez, en tanto que a otros les faltaban, detectando casos de excesos de amargor. Se lleva la impresión de haber estado ante una campaña "buena-regular", muy distinta a la "muy buena" de los blancos, en los que "no se aprecia ningún atisbo de desequilibrio", según Javier Luengo. Atribuyó esta calidad a dos circunstancias: la edad media del viñedo, que le permiten afrontar con más garantía las condiciones adversas, y la mayor práctica de los viticultores. En referencia a los vinos de otras añadas (2014, 2015 y 2016), los consideró "perfectos".
Durante su estancia en Vilamartín, también se cató un vino tostado, cuya calidad fue calificada de "excepcional. Es un vino tradicional, un producto con una tradición incuestionable".
El responsable editorial de Guía Peñín aprovechó su paso por la comarca para resaltar que con el paso de los años aumenta el número de marcas que son elaboradas con lías o en crianza con barricas. "Valdeorras es una zona cuya geografía le impide crecer con más hectáreas", dijo. Seguidamente, apostó por aumentar el valor del producto en la fase de elaboración.
Hace un año, la media de las valoraciones de la D. O. la situó en tercer lugar de la Guía Peñín, solo por detrás de Jerez y Priorato.
