Opinión

El Celsito

Era el joven muchacho serio, que se ponía al lado de las ventanillas de venta de entradas en los cines, Xesteira, el Losada y, el de su agrado era el Mary, pues en éste, él veía que allí conseguía buenos cuartos: “Era otra clientela”. Cuando en ocasiones venía un guardia y lo “invitaba” a abandonar su “puesto de trabajo” decía, “caray, yo no molesto a nadie, sólo pido una peseta”, una peseta rubia del tiempo. Al Sesito, como él se hacía llamar, sus padres y hermanos, le llamaban Celso, lo recordareis, además del nombre por su larga y pronunciada nariz de la que colgaba siempre “la pinga”, debo aclarar que no eran mocos no, era sólo una gota, “la pinga”. Además de fiel a la taquilla de los cines, tenía otra “profesión”, recogía las latas que encontraba en las calles y las aplastaba pues decía que, así, pesaban más y se las pagaban mejor.

El Sesito vivía en la Plazuela de la Sal, por lo que era nuestro vecino, su casa tiene un amplio balcón muy soleado que da al naciente, allí se pasaba las primeras horas de las mañanas, especialmente la de los lunes, pues este día, en aquellos tiempos, se decía que los lunes eran fiesta de los zapateros, y su padre, el Sindo, lo era, por lo que no trabajaba, pues tenía el taller en un bajo frente a su casa. El Sesito sentado al sol con una “lata”, vacía claro, de las grandes de sardinas y con un “palo”, dale que te pego, el palo contra la lata, así se pasaba horas y horas y, cuando ya se hacía insoportable su tan, tan, tan, la vecina del bajo de su casa, en el que tenía una tienda, y que se llamaba Paca, salía al medio de la Plazuela y mirando hacia donde estaba el Sesito, a voz en grito lo recriminaba: “Celsito xa está ven”, “Cando vas calar”, “E que non te cansas nunca?”. Después de esta llamada de atención quedaba la Plazuela en un silencio agradecido por todos pero, pasados unos minutos, menos de un cuarto de hora, el Celsito comenzaba la matraca otra vez, pero ahora, los sones del palo contra la lata iban acompañados de un lento y parsimonioso cántico dirigido a la señora que le había echado la reprimenda: “S e s i t o m a c h a a merda Chul a Paca”, y así una y otra vez, hasta “la una”, él paraba a esa hora ya que era la de llegada de su padre para comer, al padre le tenía muchísimo respeto.

El Celsito desapareció después del fallecimiento de sus padres, creo que lo llevaron sus hermanos con ellos para Bilbao en donde residían al menos hasta hacía varios años.

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