Apenas habían pasado 24 horas desde que el líder de la ilegalizada
Batasuna, Pernando Barrena, amenazara con un nuevo ciclo de violencia y
sus jefes de ETA colocaron un coche con una bomba lapa, que podía haber
causado una autentica masacre, para demostrar que los terroristas van
en serio y que con ellos nada de bromas, cosa que por otra parte ya
sabíamos antes, durante y después del mal llamado proceso de paz. Ellos
no cambian, sus métodos fascistas son los de siempre y en su locura de
sangre y dolor pretender disfrazar de ideología la extorsión, el
secuestro y el asesinato, como si mancharse las manos de sangre
resultara más digno, más higiénico, mas justificable si se hace en el
falso nombre de una ensoñación separatista que por cualquier otro
motivo.
Ellos no cambian pero el Gobierno sí y la Justicia también. No
seré yo quien critique, ni mucho menos, que el presidente Zapatero haya
dado un giro copernicano a su política antiterrorista y donde antes
veía hombres de Paz ahora vea a los amigos de los terroristas. Tampoco
criticaré que el juez Garzón vuelva a sus orígenes y enarbole la
bandera de la lucha sin cuartel contra los terroristas. Sin embargo su
auto de prisión incondicional contra los dirigentes de Batasuna deja al
descubierto de forma bastante burda y sorprendente como la actuación
judicial y la conveniencia política pueden ir tan al unísono que se
cuestione la separación de poderes, lo cual puede resultar
tremendamente inquietante para los ciudadanos.
¿Tenía razón el juez cuando en enero del 2007, después del
atentado de la T-4, sostenía que no se debía actuar contra Otegui
porque la formación ilegalizada buscaba el fin de la violencia o ahora
que ha metido a todos en chirona porque cree que los dirigentes de
Batasuna ayudan a la banda en su locura? ¿Ha cambiado la ley para que
lo que hace unos meses no era delito ahora lo sea? No, la ley no ha
cambiado, lo que ha cambiado es la estrategia del Gobierno porque ETA
ha roto la tregua y al igual que ha hecho el Fiscal General, el juez ha
adaptado su actuación a las circunstancias políticas del Gobierno. Es
muy difícil aceptar sin rechistar los argumentos del juez, por muy de
acuerdo que se esté con su orden de prisión.
Una de las patas fundamentales de nuestro sistema democrático
reside en la separación de poderes y de hecho cuando alguien afirma que
Monstesquieu ha muerto, simplemente lo que pretende es que el Ejecutivo
tenga manga ancha para controlar a su antojo al Legislativo y al
Judicial y no tener obstáculos en su camino que puedan incomodarle. La
credibilidad de la Justicia reside en su independencia y si la
actuación de los jueces se hace en función de la conveniencia política
del gobierno de turno mal vamos. Entonces lo que nos jugamos es la
credibilidad de la Justicia y con las cosas de comer no debería jugarse
aunque desgraciadamente se trapichee a menudo. Sea como fuere, me quedo
con el Garzón que se ganó a pulso, no su fama de juez estrella, sino de
azote de los terroristas. ¿Ése es el Garzón que ha vuelto o es solo una
operación estética de puro maquillaje...? El tiempo y el resultado
electoral lo dirá.