Opinión

HIPOTECADOS

Estamos en un país hipotecado y de hipotecados. La excepción en estos momentos es que una familia española no tenga que soportar una hipoteca, esa pesada carga que nos echamos a la espalda, creyendo que era el tocomocho, el to-ca-me- roque, el todo a cien, la jauja. Nos animaban a endeudarnos hasta las cejas y nosotros comprábamos el producto porque creíamos que siempre sería igual en el país de las maravillas. El capitalismo más salvaje puso su maquina a trabajar y caímos, como moscas, en la idea de los nuevos ricos. Toda esta locura nos ha llevado al abismo y todos hemos sido, en parte, culpables. Los bancos que nos ponían en los labios el dulce néctar del dinero fácil, con esa usura de rapiña que les identifica. También el Gobierno, que nos animaba a consumir desaforadamente debería entonar el 'mea culpa' y, por supuesto, nosotros mismos que nos dejábamos engañar, imaginándonos, como los nuevos ricos que habíamos alcanzado el Dorado.


El balance no ha podido ser más demoledor y sólo el año pasado 300.000 familias fueron embargadas porque no podían hacer frente a su hipoteca. Ahora PP y PSOE han conseguido ponerse de acuerdo, con el apoyo de CiU, para modificar la legislación hipotecaria y proteger, al menos en parte, los intereses de aquellos que compraron sus viviendas en las vacas gordas y ahora, en las flacas, no pueden hacer frente a los pagos. Se trata, entre otras cuestiones, de elevar de los actuales 661 euros a un mínimo de 961 la cantidad no embargable del sueldo de quien no devuelve un crédito. Algo que parece de justicia para que estas familias pueden atender sus necesidades básicas.


La propuesta me gusta, aunque yo soy más partidaria de lo que se ha dado en llamar la 'dación en pago' ese sistema que rige en otros países, como EE.UU., según el cual uno salda su deuda con el banco cuando este se queda con el inmueble porque no se ha podido hacer frente a los pagos. Aunque en España eso ni se plantea, al menos los dos grandes partidos han reaccionado con estas medidas a algunas de las cosas que demanda la sociedad y, de paso, se hace un gesto con el polémico 15M que ha fijado entre sus objetivos el abuso de los bancos.


Además de la propuesta en sí no puede olvidarse que soplan vientos electorales y aquí todos pretenden llevarse el ascua a su sardina. Electoral es, por ejemplo, que al final la reducción del límite de velocidad a 110 haya durado un suspiro y también, por motivos electorales, ha habido una sonora bronca en el Consejo de Ministros entre los partidarios y los contrarios de que nos vuelvan a machacar más con esas inaceptables subidas en la luz, el gas natural o el butano. Aquí ya no se mueve una mosca sin pensar en los votos que cada cual puede cosechar y la importancia de los gestos, a veces, obscenos políticamente. Y si de gestos se trata, Rubalcaba no debería echar en saco roto la opinión de ese militante socialista que, según dice, cada vez es menos simpatizante llamado Felipe González. Ya es tarde para que abandone el pluriempleo y se centre en ser candidato si no quiere que se repita la historia ampliada del 22-M. Lo sabe él y lo señalan descarnadamente las encuestas que manejan en Ferraz.

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