Opinión

María y la tortura

Sabíamos y sabemos que la tortura existe y que en la mitad del planeta no se respetan los Derechos humanos. Sabíamos y sabemos que en todas las guerras se producen abusos y vejaciones terribles, de esas que al escucharlas te ponen los pelos de punta. Una de mis experiencias más traumáticas fue en Srebrenica, ese lugar en el que 25.000 musulmanes bosnios fueron masacrados por los serbios.


La guerra de los Balcanes ha sido la única en la que he estado como periodista y un lugar al que volví hace ahora cinco años para comprobar ’in situ’ la recuperación de la zona. Las guerras pasan pero las heridas que dejan tardan generaciones en curarse y sus secuelas son demoledoras en todos los aspectos. Allí conocí a una mujer que había padecido en propia carne todo tipo de vejaciones físicas y psicológicas de quienes hasta entonces eran sus propios vecinos. Sus tres hijas habían sido violadas por uno de esos terribles escuadrones que hicieron de las violaciones masivas un arma de guerra, pero dos de ellas vivieron para contarlo. La tercera tuvo peor suerte. Sólo un día antes de acabar la guerra cayó abatida por un francotirador, apostado en la casa de al lado de donde vivían. Jamás en mi vida podré olvidar aquella mujer, callada, de mirada perdida, que respondía con monosílabos a la traductora que nos acompañaba y que solo accedió a hablar con nosotras -un grupo de mujeres periodistas españolas- cuando la convencieron de que no teníamos ninguna relación ni colaborábamos directa o indirectamente con ningún medio de comunicación de la antigua ex Yugoslavia. La llamábamos María a sabiendas de que no era su verdadero nombre, y durante el encuentro no habló ni una vez de venganza, pero sí reclamó justicia y pidió que hiciéramos lo posible porque a los asesinos se les persiguiera hasta los confines de la tierra para que nunca pudieran vivir en paz. Sabíamos y sabemos que hay muchas Marías en el mundo, que al igual que ella no podrá entender jamás como se puede llegar a engendrar tanto odio entre personas que han convivido juntas, puerta con puerta todos los días. Con motivo de la celebración del Día Internacional de los Derechos Humanos hemos podido leer testimonios escalofriantes sobre las torturas del ejercito de EE.UU y la CIA en Afganistán y en Iraq, hemos sabido lo que ya sabíamos: que las torturas a los prisioneros no eran hechos aislados o fortuitos sino una practica generalizada que se rige por protocolos perfectamente establecidos, pero a nadie parece importarle. Tal vez porque se trata de sacarle los colores al país mas poderoso del planeta o tal vez porque preferimos no ver según que cosas. Lo malo es que esas terribles prácticas existen y mirar hacia otro lado nos hace cómplices. En nombre de María ¡Basta ya!

Te puede interesar