El
anuncio de la ruptura matrimonial de los duques de Lugo ha coincidido con la ultima encuesta del
Instituto Nacional de Estadística, según
la cual, la cifra de matrimonios disueltos en España ha aumentado en un 6,5 por ciento y
desde que entrara en vigor el llamado divorcio
express' el porcentaje de matrimonios que formalizó su ruptura con esta fórmula se ha
elevado en un 74,3 por ciento mientras
las separaciones han disminuido en un 70 por ciento.
El dato solo sirve para constatar el cambio experimentado por la sociedad española en los últimos 20 años donde
las separaciones y divorcios están a la
orden del día por lo que es rara la
familia que no tiene en su seno una
pareja rota.
Es
verdad que la familia real no es una familia más, aunque en su seno tengan los mismos problemas y
dificultades que el común de los mortales,
pero sería totalmente injusto utilizar un asunto privado entre dos de sus miembros para atacar a la
institución y volver a abrir el debate
sobre los privilegios de la Monarquía en España consagrados, por ciento, en la Constitución.
Es verdad que nuestra Carta Magna prevé la inviolabilidad del jefe
del estado y la especial protección de
la que gozan los miembros de su familia en el código penal pero seria demagógico poner solo el
acento en eso sin valorar las
obligaciones que tiene la Monarquía y el papel fundamental que juega en España una institución que simboliza
no solo la unidad, sino nuestro marco de
convivencia.
A mí
personalmente de la separación de los Duques de Lugo aunque la Zarzuela la haya dado a conocer de forma
absurda con ese eufemismo absurdo de cese
temporal de la convivencia conyugal'sólo me importa sus efectos jurídicos que según han
dicho no tienen. Tampoco tiene mayor
trascendencia el asunto de la sucesión que algunos han utilizado como parte del conflicto. La infanta
Elena es la cuarta en la línea de
sucesión al tronopor detrás de su hermano y las dos hijas de éstepor lo que sus posibilidades de
tener que asumir la jefatura del Estado
son remotísimas, por no decir imposibles. No me interesa nada la vida personal de la pareja ni
me muero por saber el último cotilleo o
alguno de sus secretos de alcoba.
Debo
ser una rara avis en un país de cotillas empedernidos y de huelebraguetas elevados a la categoría de
personajillos públicos. Me da igual que
el cotilleo se trate de un miembro de la familia real o de mi vecina del quinto. La intimidad es lo
mas sagrado que tiene uno y cualquier
violación de la misma, por puro morbo, me parece un acto pornográfico. Me repugna profundamente que los
medios de comunicación y especialmente
las televisiones se hayan convertido una especie de inquisidores a la antigua usanza, en los
distribuidores de todo tipo de casquería
putrefacta de alta y baja cama, con la siempre socorrida excusa de la demanda y la sacrosanta
audiencia. Solo quien es capaz de ver la
paja en el ojo ajeno y no advertir la viga en el propio puede tirar la primera piedra sobre cualquier
asunto privado sin sonrojarse lo mas
mínimo, salvo que se crea por encima del bien y del mal y si es así ¡Sálvese quien pueda! El pobre' Marichalar lo tiene
crudo porque, eso sí, los dardos se
lanzan siempre contra los más vulnerables
y él es el patito feo de esta historia, de cuentos de Cenicienta.