Opinión

Rosa, claveles y... traiciones

Era sólo un rumor, un secreto a voces que, día a día, cobraba consistencia, pero el jueves el rún rún se hizo realidad y la noticia estalló como una bomba en las filas de Izquierda Unida. Rosa Aguilar, la ya ex alcaldesa de Córdoba, la cara y la voz más visible e importante de la coalición que en los ‘buenos tiempos’ lideró Julio Anguita, ha aceptado ser la consejera de Obras Públicas del Gobierno socialista andaluz de José Antonio Griñán. Córdoba es el último bastión, la única capital de España gobernada por Izquierda Unida, con lo que la salida de Rosa -una persona con un fuerte tirón popular- ha abierto no sólo una crisis en el Gobierno local, sino que deja a la federación de Izquierdas sin su máximo referente político y el de mayor credibilidad.


De entrada, la dirección de IU ha reac cionado como se esperaba, expulsando de sus filas a la nueva consejera y llamándola en público y en privado de todo y por su orden. Rosa es una mujer fuerte, valiente, cuya trayectoria en la vida política ha sido impecable, aunque desde hace años se la veía más cómoda en el traje ideológico de los socialistas que en el viejo comunismo trasnochado, que aún defienden algunos como Cayo Lara, cuyo liderazgo sigue inédito y casi mejor que así sea. No deja de sorprender su reacción, pretendidamente poética y que ha resultado patética, al señalar que ‘por cada rosa que se marcha otras muchas rosas y claveles se sumaran a su proyecto’. El problema es que ese jardín bucólico del señor Lara no es tal, sino más bien un erial, y lo poco que queda languidece y se marchita aquejado de un mal endémico: el cainismo.


La nueva consejera es una persona sensata, dedicada en cuerpo y alma a la ‘cosa publica’ por lo que en su nueva responsabilidad tiene muchas papeletas para no defraudar. La queda, eso sí, digerir el marchamo de ‘traidora’ que le han colocado los suyos, olvidando que su camarada se ha hartado de advertir -como quien predica en el desierto los graves errores de una izquierda que se ha ido desangrando en pequeñas miserias partidistas, y vendido en demasiadas ocasiones -al estilo Madrazo- por un plato de lentejas. Ahora Izquierda Unida, en vez de señalarla a ella con el dedo acusador y emplear ese tono inquisitorial, deberían entonar el mea culpa, dejar de mirarse al minúsculo ombligo y buscar el antídoto para ese veneno que les esta matando y les aleja cada vez de los ciudadanos.


Te puede interesar