Opinión

TONTO DEL CULO

Dice mi amigo y respetado Fernando Onega que en el caso del ya exdiputado Santiago Cervera solo hay dos opciones: o es un chantajista -cosa que yo descarto- o simplemente es tonto del culo. Está claro que a cualquier periodista si se nos dice que vamos a obtener una información sensible hubiéramos hecho lo que él ha hecho, porque nuestro oficio consiste precisamente en eso, en que nos pique y mucho la curiosidad. Sin embargo, él es un diputado y por lo tanto su peripecia además de causar un profundo estupor es casi surrealista y más propia de un guión de cine negro que de la azarosa vida de un diputado de a pie.


El asunto empezó con una denuncia ante la Guardia Civil presentada por el presidente de Caja Navarra, a quien a través de un anónimo se le exigía el pago de 25.000 euros a cambio de guardar silencio sobre 'cosas feas' durante su gestión en la entidad bancaria. Se le instaba a llevar tal cantidad en un sobre y depositarlo en un sitio determinado. La sorpresa de la Benemérita fue mayúscula cuando el que apareció a recoger el sobre fue el diputado popular que, según ha relatado, fue convocado a través de un anónimo para que recogiera información sensible sobre la citada entidad.


Aunque a estas alturas de la película y después de que hemos visto entrar en prisión a muchos políticos es muy difícil poner la mano en el fuego por alguien, personalmente no creo que Santiago Cervera se deje chantajear por 25.000 euros, y a mí me da que todo esto huele a vendetta de la peor especie.


Por lo que sé, el diputado popular es un hombre heterodoxo y un político atípico. Se lleva bien con la prensa, es muy crítico con los partidos en los que ha militado -tanto UPN como el PP-, no suele tener pelos en la lengua y se ha convertido en una especie de 'bestia negra' de Caja de Navarra, sobre la que lleva mucho tiempo denunciando irregularidades. Es un hombre incómodo para algunos poderosos del mundo económico y eso, sin duda, le ha granjeado enemigos muy importantes.


Él mismo reconoce que ha actuado con torpeza y se autoaplica calificativos de grueso calibre, por lo que no seré yo quien le enmiende la plana. A su favor hay que decir que ha dejado su acta de diputado y su militancia de forma temporal en el PP en un tiempo récord, según dice para no beneficiarse de la inmunidad parlamentaria, poder acudir a los tribunales ordinarios y ahorrar dinero y engorro a la Justifica.


Es verdad que nunca ha ocultado que el presidente de la Caja no es precisamente su amigo, sino todo lo contrario, y han sido adversarios políticos desde hace mucho tiempo. Es verdad que ha actuado de la peor manera posible, porque lo que tenía que haber hecho, tras recibir el anónimo, es, precisamente, lo que hizo su adversario: ponerlo a disposición de la justicia. Sin embargo, no le creo capaz de urdir una trama tan burda propia de Mortadelo y Filemón ni tampoco de corromperse por 25.000 euros. El asunto huele a vendetta que apesta y si se trata, como parece, de una vendetta de carácter político hay que llegar hasta el final y seguir tirando del hilo para descubrir lo que esta increíble historia oculta.


Que Cervera haya actuado como un 'tonto del culo' no significa que sea un 'tonto de remate' y él debe ser el primer interesado en limpiar su buen nombre. Dice una buena amiga que la culpa de cómo estamos los periodistas las tenemos nosotros por haber escogido el oficio de manchar el papel. Puede que para algunos la definición no sea la más acertada aunque a mí sí me lo parece, lo que ocurre es que, efectivamente, nosotros manchamos el papel porque las noticias que nos toca contar a veces son tan pringosas, tan burdas, tan apestosas, tan absurdas, tan increíbles y tan sucias como la vida misma. Y muchas, muchísimas veces, manchamos el papel hablando de políticos que manchan la cosa pública. Habrá que esperar para ver si este caso también lo ha hecho y de qué modo, aunque nosotros, los contadores de historias, ya hayamos manchado el papel.

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