Opinión

Lo que el velo esconde

 

  La imagen de Shaima, la pequeña de ocho años, residente en Gerona  a la que se le ha permitido asistir a clases cubierta con el Hiyab  cubriendo su cabeza ha vuelto a poner de manifiesto la tremenda  confusión que existe en nuestro país con el tema de la integración.

 

 Sin entrar en otras consideraciones, la fotografía de la pequeña con  el velo que le cubre los hombros y el pelo es, se quiera o no, la  viva imagen de la discriminación y también de la sumisión. Se quiera  o no y más allá de lo políticamente correcto en cada momento el velo  se ha convertido para millones de mujeres del Islam en la marca de su  opresión, y por mucho que se apele a la tradición, al respeto a la  identidad cultural o a que sea considerado un símbolo religioso o  político lo cierto es que detrás de todo ello hay una carga  profundísima de agresión a los derechos humanos que pretende  ocultarse en nombre de lo políticamente correcto.

 

     Lo que el velo esconde es mucho mas que lo que físicamente  pretende ocultar del cuerpo de una mujer. Esconde discriminación,  abuso, desigualdad, miedo, degradación y ataque a la libertad  individual. Los más puristas suelen entrar en consideraciones muy  diferentes según el tipo de velo que lleven las mujeres. Dicen y, es  verdad, que no es lo mismo es lo mismo el Hiyab que el chador o el  burqa pero a nadie se le oculta que la maldita prenda es el marchamo  que define la diferencia entre ciudadanos de primera y de segunda  entre quienes mandan y quienes son sometidos, entre el abusador y la  víctima. Pocas veces me ha impresionado tanto una historia como un  reportaje que tuve que escribir sobre Waris Dirie, la llamada la  Venus de ébano por su belleza que roza la perfección: piel morena,  ojos negros rasgados como almendras, labios carnosos, un cuerpo  delgado y estilizado, unas piernas de vértigo y una forma de ser y  estar que hace sentir, a quienes la conocen, como si se encontraran  en presencia de una diosa. La cotizada modelo somalí, el rostro   elegido años atrás por la firma cosmética Revlon o el cuerpo de la  marcas Levi's, Channel o Benetton relataba así la mayor tragedia de  su vida, el día en que la practicaron la ablación genital, un  terrible acto de brutalidad y discriminación que la ha marcado el  resto de sus días:     La noche antes de mi ablación mi madre me dijo que no bebiera ni  agua ni leche para que no tuviera que hacer demasiado pis. Al día  siguiente mamá cortó un trozo de raíz de un viejo árbol y me la puso  entre los dientes. Aquella mujer cogió una cuchilla oxidada, que  limpió con su saliva y después sentí cómo aquella hoja atravesaba mi  piel de arriba abajo cortándome los genitales. Pero apenas había  empezado lo peor. Después cogió una espinas de acacia para perforarme  la piel y coserme el sexo. Me ataron las piernas desde los tobillos a  las caderas y cuando todo acabó vi mis órganos íntimos secándose al  sol. Tardé un mes en recuperarme y cuando volví a la roca donde me  practicaron la ablación los perros habían devorado mis genitales'.

 

     De esta forma  desgarradora, minuciosa y real relataba Waris Diri   la forma en que murió su niñez, siguiendo una tradición ancestral que  cada día padecen en sus carnes seis mil niñas de todo el mundo. Cada  vez que releo mi articulo sobre ella me reafirmo en que ese acto de  brutalidad también se esconde detrás del velo y por eso me parece  intolerable que en la escuela pública se pretenda hacer tabla rasa y  mirar hacia otro lado con lo que el velo esconde.

 

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