Opinión

Otra vuelta de tuerca

El Pesedegá no ha concluido el proceso de renovación de sus aparatos orgánicos. Se equivocan los que creen que todo el pescado está vendido. Gonzalo Caballero sufrió una severa derrota. Valentín González Formoso ya es el nuevo secretario general a todos los efectos. Así lo decidieron los militantes en las primarias de octubre y los delegados en la cita congresual de diciembre. Sin embargo, su ascendiente real sobre el partido se dilucida en los congresos provinciales del mes de febrero y posteriormente en los locales, sobre todo en las grandes agrupaciones. Ahí es donde el declinante “caballerismo gonzalista”, que aún no se da por vencido, piensa plantear una penúltima, que no última, batalla. Si vuelve a salir malparado, al menos morirá con las botas puestas. Puede incluso poner alguna chinita en el zapato de la nueva cúpula. No le cabe aspirar a mucho más.

En A Coruña, el feudo de Formoso y Lage Tuñas, los partidarios de Gonzalo Caballero no tienen nada que hacer. Su apuesta, Noa Díaz (hija del histórico Ceferino), habrá de conformarse con una derrota digna frente al candidato oficialista, el alcalde de Pontedeume, Fernandez Piñeiro, un fervoroso y leal “formosista”. Otro tanto sucede en la provincia de Lugo, que fue la que inclinó la balanza de las primarias al dar la espalda a Caballero en mayor medida de la esperada. Allí está descontado el triunfo de la candidatura del Formoso lugués, José Tomé, presidente de la Diputación y regidor de Monforte, que tendrá rival, pero no un caballerista propiamente dicho, sino el representante de una especie de sector crítico, en clave provincial, con quienes manejan últimamente el PSOE lugués.

Si en algún sitio puede haber partido es en Pontevedra y Ourense. En la provincia pontevedresa, donde Gonzalo Caballero se impuso con claridad a Formoso, quien manda es el otro Caballero, el alcalde de Vigo, su tío, don Abel, que confió el control orgánico del partido a un peón, David Regades, ahora aspirante a la reelección con todo a favor. Salvo sorpresa, debería imponerse a la “gonzalista” Paloma Castro, pero ella no tira la toalla a la vista de los numerosos apoyos recabados para su candidatura. En territorio ourensano al muy cuestionado Rodríguez Villarino, en su día respaldado por Caballero, le ha salido un rival de envergadura en el alcalde de O Barco, Alfredo García, expresidente de la Fegamp, alguien que yendo por libre, por talante e ideología, parece más bien cercano al “formosismo”.

Da igual lo que ocurre en los congresos provinciales. Gonzalo Caballero está de salida. En pocos días dejará de ser el portavoz del grupo socialista en O Hórreo. Lo que no pueden es forzarle a abandonar el escaño. Alentado por los pocos fieles que todavía le siguen arropando, su propósito es seguir en la brecha aunque solo sea para que el sector de la militancia socialista que no se fía de Formoso y Lage Tuñas tenga una referencia, ya no tanto en él como en los antibarones que al final pinten algo en las nuevas direcciones territoriales. Paradójicamente, y tras otra vuelta de tuerca, una parte del sector al que nunca le gustó la estructura provincial como contrapoder a la secretaría general puede tener ahí su tabla de salvación. La que evite que el naufragio sea total.

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