No me gustan estas fechas, no me gustan (creo que ya lo he dicho aquí en alguna ocasión). Demasiadas ausencias, demasiados recuerdos, demasiado espíritu simplemente por el día que hoy es o por los que aún deben llegar, demasiadas celebraciones, demasiadas... Sin entrar en su significado y aun siendo intensas y felices para los más pequeños, siempre me ha reventado el ambiente prenavideño que te envuelve y obliga a campañas con las que certificar buenas intenciones. Este año, sin embargo, algo parece diferente.
Sea por la crisis -demasiado recurrente- o por las calles centrales aún sin iluminar, lo cierto es que se retrasa la llegada del ambiente festivo. Llegar llegará, seguro, pero al menos parece se resiste a comenzar su paseo por la ciudad. Escaparates y comercios, tiendas que intentan curar heridas de un otoño maduro empujan hacia las fiestas mientras las calles permanecen ausentes, como resistiéndose a verse habitando ya diciembre.