Opinión

Papá, ven en tren

Tómelo con calma. Vista ropa cómoda, lo más cómoda posible, protéjase con varias capas, camiseta obligada, jersey o chaqueta según los gustos, calce zapato ligero o, mejor, acuda provisto de buenas y holgadas zapatillas deportivas y hágase acompañar de una buena manta. Llegue puntual, acomódose y prepárese a 'disfrutar' del viaje. Está usted en el tren nocturno que, abandonando Galicia, le trasladará a Madrid. Si usted, como es el caso, vuelve a hacer uso de este servicio muchos años después de aquella última vez, se encontrará más de una sorpresa. La principal, que el viejo Expreso con el que antes el trayecto desde tierras gallegas se convertía en demoledor despropósito a no ser que usted optara por sus horizontales servicios de coche cama -y aun así-, ha evolucionado hasta el actual Tren Hotel que, con idéntico recorrido, interminable duración y horario, y pocas novedades para el que pretenda asiento en el ahora vagón de clase turista -lo que afecta a prácticamente el 80% de los eventuales usuarios- le llevará a una apasionante experiencia entre el dolor corporal tras una noche de emociones fuertes (aquellas que generará su propio organismo intentando mimetizarse con butaca y entorno) y la necesidad de recuperar lo antes posible las horas de mal sueño, si es que acierta a tenerlas. El viaje presentará sin embargo su parte buena, por cuanto usted tendrá tiempo sobrado para la reflexión y el análisis vital, que no es poco.

Siendo, como es, el horizonte del 2015 el más optimista para la llegada de la modernidad ferroviaria al nudo ourensano de conexión hacia la meseta, largo fían las cosas para los que optan por el tren como habitual medio de transporte en sus viajes a la capitalina ciudad de mil contrastes. No desespere, cuando llegue, la promesa es reducir el peregrinar por estaciones intermedias en apasionante y reducidísimo horario. Mientras tanto, relájese y disfrute del viaje.

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