Opinión

Homine fobia

Flipad, flipad, benditos. No es para menos. El planeta está en peligro. Se disparan los índices de contaminación. Y en vez de conminarnos a ser menos bazofias se subvenciona la compra de automóviles. Y se promete –los nuevos demagogos los primeros- calefacción y electricidad gratis a quien manifieste ser un tanto marginal, o un cuanto friolero. Ni que España fuera Siberia. Ya veréis: como haya nuevas elecciones, y como coincidan en verano, estos buhoneros de todo a cien, vendedores ambulantes de estolideces, son capaces de ofrecernos aparatos de aire acondicionado gratis para todos. Y eso que, en sus soflamas, la lucha contra la contaminación es algo prioritario. Qué xente, do Pereiro. Qué tropa, do carallo. 

Vaya por delante que, por convicción, soy escéptico. La polaridad del planeta, por ejemplo, ha cambiado varias veces de norte a sur y los puñeteros paisanos aun no estábamos aquí. Nada tuvimos que ver con el asunto. Ni tampoco con las glaciaciones que congelaron a los mamuts. Y si resulta que, a base de pedos, hasta las vacas pueden destruir la capa de ozono, ya sé por qué se extinguieron los dinosaurios: no fue un meteorito, fue por su meteorismo que palmaron los pedorros.

Soy climaescéptico. Sí. Es obvio que del globo terráqueo estamos haciendo un basurero; y un siete, obsceno, en la luminosa atmósfera azul que lo rodea. Y que el ozono ya no retiene como debiera los rayos ultravioleta. En todo caso, aunque parezca paradójico, la solución ha de llegarnos del sol. Pero eso lo decidirán las petroleras. Cuando se les ponga en el pozo negro. 

El caso es que, más paradójico aún, nunca el homo sapiens ha sido como ahora tan borrego. Y tan ingenuo. Pensadlo un momento: nos ponen a conducir y luego nos abrasan a impuestos, a multas y a tasas por aparcar –si es que se consigue puesto-. Nos incitan a consumir, a divertirnos, a andar de cebolleo y luego nos impiden la entrada en las discotecas si vamos con zapatillas deportivas (de momento -pagando- aún se puede entrar así en los museos), y al salir de esos antros, de madrugada, nos hacen controles de alcoholemia por si vamos escasos de reflejos (El día que se le ocurra a la DGT hacerlos, por las mañanas, a la salida de los hospitales cuando los cambios de guardia; o de las lonjas cuando los barcos llegan de faenar; o de las factorías de automóviles cuando los relevos del turno nocturno; o de los aeropuertos cuando tripulaciones y pasajeros borrachos de jet lag llegan de América, nos quedaremos sin aerolíneas, sin coches, sin pescado y sin servicio sanitario.) Publicitan el que hagamos más turismo, el que conozcamos otros países, Fitur, concejalías de ad hoc, etc., y nos crujen a tasas en los ayuntamientos que visitamos, como Roma, por ejemplo (acabo de llegar). En otros, como en Barcelona, la alcaldesa ya se plantea sin ambages considerar a los turistas persona non gratas. De la misma forma que, cada país en su idioma, nos llaman guiris cuando vamos. Y nos estafan cuanto pueden. Y en los que nos reciben con los brazos abiertos, resulta que está el ISIS; o nos atracan, literal, a mano armada. 

Habla para que te vea, decía el filósofo. Respira para que te jodan, diría yo. Y viaja. Controles, chequeos, horas de espera, desprecio, hacinamiento, jardineras, fingers, rayos X, documentos. Sospecha. Y de eso viven aerolíneas, agencias de viajes, pilotos, azafatas, seguratas, autobuseros, taxistas, aeropuertos, Airbus, Boeing, y países enteros. Como España. Aun así, insisto, nos maltratan. Solo somos mercancía sospechosa. Control ad homien u, homine fobia -yo no controlo el latín-; pero no es un tema de mariconeo. Ni es violencia de género. Es violencia contra todo lo que respire, animal o viajero. Todos somos Ecce Homo. ¿Quo vamos? Un hombre un negocio, es injusto. Revelémonos. 

Ah, y un saludo a la gente de O Pereiro. Ahí yo sí voy, encantado, por supuesto. 

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