Opinión

La loca de la casa

Imaxínate un mundo sin Ceo’, cantaba Jhon Lenon (lo pongo en gallego porque ‘in english’ hay a quienes les resulta muy pedante). Imagínate una España sin imbéciles al mando. Una escolarización sin gilipolleces autonomistas, en donde las tres lenguas cooficiales, amén de la fabla aragonesa, la fala asturiana, el silbo gomero, la jerigonza calé –y el escupitajo de lado si hace falta-, no fueran un fin sino un medio para enriquecer nuestra cultura y hacernos más ‘enxebres’, tradúzcase como se traduzca esta palabra. 

Imagínate que nadie reprobara el castellano, que nos permite susurrar a los oídos de las 500 millones de personas que lo hablan en el mundo (sin contar los 40 millones de norteamericanos, que lo tienen como segunda lengua); imagínate que se promocionara con orgullo incluso en Asia: orgullo de reírse con Cervantes, emocionarse con Bécquer, descojonarse con Quevedo, enmudecer con Espronceda. 

Imagínate que el inglés fuera obligatorio –imprescindible ya lo es- para entendernos con el resto del planeta. Que se enseñara en las escuelas, escolas e ikastolas. Y que el dinero que se malversa en desgraciar las películas en versión original sirviera para contribuir a esta tarea. Imagínate que el más humilde profesor ganase igual que el más encopetado asesor nombrado a dedo, y se le exigiese un expediente académico tan brillante como si quisiera graduarse de galeno.
 Imagínate una educación laica, sin comeduras de tarro ni sotanas; en donde la peña no estuviera atormentada por el miedo al más allá; un país sin dioses eternamente enojados; una única doctrina, divinamente terrenal, en donde el viento, el fuego, la lluvia, los animales, los bosques, las flores, las nubes y el horizonte fuesen también nuestros hermanos.

Imagínate una liturgia de respeto mutuo entre paisanos, sin infiernos, sin santones, sin predicadores vanos -porque les hicimos oídos sordos- que puedan engañarnos. Una religión que crea solo en el hombre; no en un dios inventado por él a su imagen y semejanza, copia –falsificada- de un padre omnipotente, que creó el universo en siete días, y luego relegó a sus hijos a un cutre valle de lágrimas. 

Imagínate un I+D+i de andar por casa; una España remanufacturada; sin cainitas, ni demagogos, ni bandos irreconciliables; una España sin jefe de Estado, ni de gobierno, ni jefecillos infiltrados (sin ordeno y mango, en cualquier caso). Sin especulativos lobbys financieros. Sin insaciables multinacionales multirrobo. Sin eléctricas de guante blanco. Sin petroleras de chapapote negro. Sin consumo innecesario. Sí, sí: sin pies ni cabeza. Solo personas ‘anormales’ coexistiendo. En paz. Conscientes de que salvando el medio ambiente salvarían también su único cielo. 

Imagínate una España sin lesa españolidad. Sin IBEX, ni poderes fácticos -ni plumillas malmetiendo a su dictado-. Imagínate: seríamos nuestro dios y nuestro credo. La redención y el pecado. El pasado y el futuro al mismo tiempo. El hoy. El hoy eterno. El paraíso estaría entre nosotros. Seríamos la hostia, siendo así. Un gigantesco museo del Prado en todo lo que abarca el hispano horizonte, desde el Pirineo hasta los archipiélagos. Nos entenderíamos con todo el mundo. Todo dios vendría a visitarnos. Podríamos cobrar entrada, repartirnos ex aequo las ganancias, y no tendríamos que dar más un palo al agua. Imagínate. 
 Y después hay quien llama a la imaginación la loca de la casa. 
 

Te puede interesar