Opinión

El craso error de la silla vacía

Adjetivamos como “craso” un imperdonable error como el cometido por el general romano Marco Licinio Craso en el año 53 A.C. en la batalla de Carras, donde perdió 30.000 soldados, freno importantísimo para la expansión del Imperio romano en Oriente. En el mundo de la política, dejar tu silla vacía es la negación del derecho de representación que debemos ejercitar.

Sucedió el jueves en el antiguo salón de sesiones del Palacio del Senado con ocasión de la Comisión General de las Comunidades Autónomas. Nadie del Gobierno. Y tampoco ningún presidente autonómico del Partido Sanchista. Esas ausencias sólo caben explicarse mediante la absoluta falta de respeto no ya a los otros asistentes, sino, sobre todo, a quien representas y a quien te vota.

Nunca debe estar vacía la silla de un representante político convocado para hablar y para escuchar a los demás. Nunca. La ciudadanía elige a quien vota para que esté; para que asista, participe y hable, porque esa es la esencia de la democracia. No convocaba esta sesión un partido político, la convocaba el Senado, ni más ni menos que la cámara de representación territorial. También una afrenta al territorio en nombre de quien está allí. Es un fallo garrafal, además de una descortesía monumental y no cumplir con una obligación y un deber político.

Nunca debe estar vacía la silla de un representante político convocado para hablar y para escuchar a los demás. Nunca.

Lo sucedido es la mejor muestra de nihilismo político. No va el Gobierno, un Ejecutivo -menudo espectáculo desde la Presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea- que habla con los condenados por la Justicia y no escucha a los presidentes de los gobiernos autonómicos. Y no van los presidentes socialistas porque obedecen órdenes partidistas olvidando su posición de representantes ordinarios del Estado en su territorio. Aberrante. Sánchez decide quién va y quién no va al Senado y frena al Congreso en su actividad sin fijar aún la fecha de su debate de investidura. Un escenario que obedece a “razones de estado personal” donde la vanidad se escribe con mayúsculas.

Lo dijo Julián Marías: “No hay que intentar contentar a los que no se van a contentar”

Mención aparte merece el presidente catalán, que “habló, vio y marchó”. Nula educación, negando la bidireccionalidad de los mensajes, lanzando el suyo sin escuchar el de los demás. Sin atender a una razón fundamental: la amnistía es el problema, no la solución. Pendientes a una posible transacción ilegal por quien aceptaría cualquier planteamiento con tal de presidir el Gobierno. ¿Y si Puigdemont pidiese ser vicepresidente único y ministro de Justicia? Que no se le ocurra plantearlo…

Lo dijo Julián Marías: “No hay que intentar contentar a los que no se van a contentar”. La insaciable gravedad del separatismo, jugando con el título de Milan Kundera. La silla vacía en política es renunciar a tus postulados y rehuir el debate: la antítesis de la política. En este momento histórico en España, ante un ambiente irrespirable de chantajes y misiles contra nuestro Estado social y democrático de derecho, sólo hay una receta posible, y la recordó Alfonso Rueda: “Sentidiño”. El que representa nuestra Constitución. Que está y se le espera.

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