Opinión

Elecciones vigiladas

En numerosos lugares de España donde hay una fuerte implantación nacionalista o de la ultraizquierda las elecciones de este domingo no fueron absolutamente libres.

Pongamos como ejemplo algunos colegios en Hernani, Guipúzcoa, o de zonas de fuerte nacionalismo vasco o catalán, con numerosos votantes, en realidad militantes abertzales e independentistas, rondando alrededor de las mesas con papeletas, vigilando e intimidando a los votantes durante toda la jornada.

Lo mismo pasa algunas localidades gallegas, aunque menos, y en lugres como Vallecas, Madrid, donde vive Pablo Manuel Iglesias: hay libertad de voto, sí, pero libertad vigilada por policías secretos voluntarios que parecen decirle al ciudadano “te conozco y veo que has cogido las papeletas equivocadas”.

Hay cabinas para ocultarse de las miradas de otros, pero están medio destartaladas, con celdas cortas en las que caben mal las listas y, en todo caso, de mínimo uso porque también hacen sospechoso a quienes entran en ellas ante los policías de la ideología dominante allí.

Las cabinas debidamente dotadas, como en los países con mejor democracia, evitan que cientos de miles de votos vayan a partidos indeseados, incluso indeseables.

Porque es posible que en el Goyerri vasco hasta los adoradores de Rajoy exhiban las papeletas de la filoetarra Bildu, y no porque vayan a matarlos, sino porque de no hacerlo les harán la vida imposible.

Tenemos elecciones libres, pero vigiladas. Salvando distancias, muchos ciudadanos recordarán las elecciones con Franco: vigilaban que nadie se abstuviera de votar al régimen.

Si se reforma la Ley Electoral, como prometen por ejemplo UPyD y Ciudadanos, debe exigirse que no haya mesas con papeletas, sino que cada elector pase por las cabinas aisladas, bien instaladas, en las que, sin miradas ajenas, pueda elegirse la lista que desee.

Libertad, sí, pero no vigilada.

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