Opinión

Cadena de disparates

Los diarios británicos han reflexionado ayer sobre el errático devenir de su país y concluyen afirmando doloridos que el salvaje asesinato de la diputada Cox –a la que un perturbado de ideario euroescéptico apuñaló y disparó en público- constituye la culminación de una dramática cadena de despropósitos que han sumido a la nación en un caos. Joanne Cox era una mujer joven y animosa, madre de dos hijos, ardiente defensora de la permanencia del Reino Unido en la Unión y estrella emergente de un depauperado laborismo que parecía haber encontrado en ella y en su contagioso optimismo una esperanza para la regeneración definitiva de un partido carente de líderes y desgraciadamente a la deriva desde que los viejos santos del socialismo isleño decidieron retirarse de la circulación aunque permanecieran de guardia. Gordon Brown hubo de acudir paradójicamente al rescate de Cameron para evitar que sus paisanos escoceses ganaran el referéndum por la emancipación.

Pero en este incoherente referéndum llamado Brexit se dan cita parámetros muy complejos capaces de dibujar un conflicto extremadamente delicado. De hecho, Cameron se ha metido solo y por propia voluntad en un jardín del que ahora apenas puede salir sin que existiera en verdad obligación estricta y demanda social inaplazable de pisarlo. La demagogia liberada a caño libre y defendida de forma altamente irresponsable por muchos medios de comunicación de gran influencia, ha potenciado la opción de la marcha apelando a argumentos ilusorios y rayanos en la calumnia que han llenado de pájaros la cabeza del sector más refractario de la Gran Bretaña. Usando las tesis del nacionalismo a ultranza, la antigua grandeza imperial o la injusticia de pagar la cuenta que resulta de las veleidades de países del sur supuestamente gobernados por vagos y maleantes –“The Sun” acusaba abiertamente de ello a Italia, España, Gracia y Portugal, los países en los que por cierto veranean o residen los británicos jubilados- los partidarios de la escisión han igualado la contienda. Se trata de una deriva atizada por la misma leña que atiza las calderas de los nacionalistas catalanes. Por desgracia, esta insensatez colectiva, se ha cobrado una víctima a la que hoy todos lloramos. Es el estipendio que se paga cuando la estupidez se desata.

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