Opinión

Motes alimentarios

La vida social y política de este país está cuajada de personajes públicos a los que, bien por vicio, bien por incapacidad, bien por aspecto, bien por incompetencia, han merecido sobrenombres que normalmente se identifican con el sector alimentario vaya usted a saber porqué.

A José Bonaparte, hermano de Napoleón y rey de España por dejación e irresponsabilidad de los reyes legítimos, se le conoció injustamente como Pepe Botella aunque de todos es sabido que el francés era abstemio. Lo curioso es que también se le otorgaron otros sobrenombres igualmente crueles. Se le llamó Pepito Plazuelas por sus preferencias urbanísticas y sobre todo, el Rey Pepino, aunque desconozco el motivo. Otro tanto ocurrió con Francisco de Orleans, marido de Isabel II, homosexual y afecto de hipospadias, al que se conoció como Paquito Natillas. El poeta satírico Manuel del Palacio le dedicó un cruelísimo cuarteto que decía “Paquito Natillas es de pasta flora y mea en cuclillas como una señora” refiriéndose a la postura que tenía que adoptar para orinar debido a su malformación congénita. Sus detractores llamaban a Galdós, Benito el garbancero, porque consideraban su prosa tosca y realista. Y así…

El último en merecer mote agropecuario ha sido el ministro de Consumo, Alberto Garzón, un sujeto especializado en no dar una, al que se denomina desde su última hazaña el ministro Chuletón gracias a sus desventuradas recomendaciones oficiales sobre el consumo de carne que ha puesto en pie de guerra al sector ganadero como hace tiempo puso en pie de guerra al sector turístico. Las lenguas de doble filo recuerdan con saña las incongruencias de este personaje en cuya boda en 2017 se sirvieron grandes cantidades de solomillo, y del mismo modo se institucionaliza la opinión de su presidente al que como toda respuesta al disparate cometido por su ministro, respondió que donde hubiere un chuletón al punto todo lo demás podía retirarse.

Este lenguaje de signos con verdades parciales y medias mentiras es tan ridículo que da risa. Precisamente para no incomodar a Garzón y los suyos, el Gobierno ha apelado a parábolas regocijantes para explicar la crisis de Cuba. En vez de esta payasada, lo que pedía el momento era cesar a Garzón fulminantemente y se acababa el misterio. Por cierto, Garzón y chuletón riman.

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