Opinión

Los vencidos

Cuando un partido político recibe un correctivo tan severo en un proceso electoral como los que han sufrido el PP y UPyD en los comicios andaluces, dice el manual de la prudencia que hay que hacérselo mirar porque el número de votos que se cosechan ante las urnas determina la presencia política, y si el descenso es vertiginoso como les ha pasado a ambos, el problema no es coyuntural ni tienen que ver con un tropezón de carácter aleatorio. Esas cosas no engañan y un repaso severo y un buen baño de autocrítica y modestia constituyen el protocolo terapéutico más acertado para tratar esas crisis.

La cúpula del partido que gobierna ha preferido pasar de puntillas sobre el fracaso andaluz sin siquiera poner en duda la idoneidad de un candidato que ha conseguido una pérdida de dieciocho escaños en comparación con citas precedentes, casi un récord. Allá cada cual con su responsabilidad en la calle Génova, pero esta evidente derrota no se enjuga con subterfugios y componendas. Es cierto que Andalucía ha preferido obviar la más que evidente corrupción en un territorio peninsular que no ha conocido otra cosa que el gobierno del partido socialista desde su primera cita electoral, y es también cierto que el voto andaluz es probablemente el voto más conservador de todos los posibles en el sentido de que más vale conservar lo nuestro porque en Andalucía hay tanta dependencia del subsidio que todo el mundo sabe que si se cambia de tendencia gobernante se acaba la sopa boba. Pero verdad es también que el descalabro de los populares necesita un firme y severo repaso de conciencia y no se ha hecho ni se hará. Que cada cuál piense lo que quiera.

El caso de UPyD es igualmente aleccionador porque esta cita andaluza ha cortado de raíz todas las expectativas creadas por la formación rosa desde que fuera creada. El batacazo que ha devuelto al partido a la casilla cero parece atribuirse en un importante porcentaje a los desatinos del líder. Rosa Díez está a estas alturas en boca de todos y no precisamente para bien. Los resultados han partido UPyD en dos mitades casi irreconciliables y aunque el pacto con Ciudadanos era la solución aparentemente más sensata, ella se ha opuesto. Ha fracasado y… ¿ha muerto? Pues por ahí va la cosa.

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