Opinión

Más, imposible

Leo la noticia y los ojos me hacen chiribitas. ¡Que se ha descubierto un virus que estupidiza más a los humanos! No me lo creo. También se dice que Facebook hace otro tanto con la mente denominada pensante. Pero claro, al ver cómo está el mundo, y cómo los líderes que lo guían proponen  determinados modelos de comportamiento para su clientela, ¿quién puede dudar de que más estupidización es imposible? En fin, la nota informa de que un grupo de científicos estadounidenses han descubierto el virus en cuestión, del que se creía que sólo afectaba a las algas verdes, pero resulta, que el muy pillín, reduce en el homo sapiens las facultades cognitivas “como el procesamiento visual y la conciencia espacial”. El informe no dice nada sobre la otra conciencia. Pero vamos a ver, señores, si el mundo, nuestro mundo,  Occidente, no ve un burro a tres pasos ni da señales de saber dónde está, ¿cómo va a perder lo que ya le falta? Si a los que mandan o mangonean, que por la vida que llevan y los sueldos que se ponen, se les supone los más listos, más inteligentes y avispados, y al final se las dan en los dos carrillos y entre ellos mismos se aplauden... ¿Acaso se han parado a pensar sobre los problemas que ha generado su incompetencia, y los gravísimos problemas que planean sobre lo que se ha dado en llamar el “primer mundo”?

Esta situación generalizada, de tontos con copete, me recuerda la fábula de Tomás de Iriarte: “Los dos conejos”. Antes se leían las fábulas, ahora no sé, pero eran harto pedagógicas. Ustedes seguro que también la recuerdan. Era aquella en la que dos conejos discuten porfiadamente si los perros de caza que les persiguen son galgos o podencos. La fábula empieza así: “Por entre unas matas, / seguido de perros, /no diré corría, / volaba un conejo. / De su madriguera / salió un compañero / y le dijo: «Tente, / amigo, ¿qué es esto?» «¿Qué ha de ser?», responde; / «sin aliento llego...; / dos pícaros galgos / me vienen siguiendo». / «Sí», replica el otro, / «por allí los veo, / pero no son galgos». / «¿Pues qué son?» «Podencos»”. El diálogo sigue en disputa contumaz. Mientras, los perros ganan terreno, con lo cual el cuento termina así “En esta disputa / llegando los perros, / pillan descuidados / a mis dos conejos. /Los que por cuestiones / de poco momento / dejan lo que importa, / llévense este ejemplo.

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