Opinión

FRUSTRACIÓN

Ese es el término que define más de una década de sufrimiento como consecuencia del hundimiento del 'Prestige'. En cualquier caso, existen otros términos que definen la situación: pantomima, negligencia y omisión. La parodia de una Justicia que no sentó en el banquillo a todos los responsables, admitiendo que en España cualquier político está exento de toda responsabilidad por mucho que se le pague. Se notó la ausencia en el banquillo el entonces delegado del Gobierno y del ministro de Fomento, pese a que las pruebas demuestran que participaron en el tira y afloja de decisiones que balanceaban el petrolero hasta el mareo y a la ciudadanía hasta la náusea.


En cuanto al director general de Marina Mercante, el propio proceso planteó la incongruencia de que si la autoridad máxima era él, el culpable tenía que ser el capitán por desobedecer; pero si por el contrario el que tomó la iniciativa fue Apostolos Mangouras, intrínsecamente eximía a la autoridad de Marina. Y qué decir del jefe de máquinas que estando a las órdenes de un mando superior, léase el capitán, contravenirlo hubiera supuesto un delito de sedición y rebelión. Definitivamente, en la lista de inculpados no estaban todos los que eran e incluso es discutible si todos los que estaban tenían que estar.


Pero al hacer recuento hubo más víctimas que las que siempre se mencionan: dentro del seno del PP supuso el naufragio de José Cuiña y el descalabro de la línea del partido que él representaba, para aprovechar el tirón y mostrar a la opinión pública una regeneración interna que resulta dudoso aún hoy que realmente haya tenido lugar. Pescadores, conserveras, armadores, flora marina, fauna oceánica... turismo, hostelería. Demasiados afectados para que ahora todo se salde con un malabarismo que carece de culpa y disculpa. Pero el revés también alcanzó a una oposición que politizó un desastre que sin duda tenía tintes de desacierto, dejando planear siempre la sospecha de crear y jalear movimientos ciudadanos carentes de independencia y absolutamente dirigidos que al final han acabado por ponerse en evidencia.


Desánimo por parte de la ciudadanía en general que, consciente de que la única medida preventiva que no exhorta definitivamente el peligro fue simplemente la obligación del doble casco, contempla la costa rogando para que la tragedia no vuelva a repetirse.


Porque nuestra costa sigue siendo ruta de tránsito obligada, y porque el desastre del 'Prestige' no es un fenómeno aislado: antes de él hubo un 'Urquiola', un 'Casón', un 'Mar Egeo'; y lo penoso es que a estas alturas en las que todos los protagonistas se han alternado en el gobierno después de cruzarse acusaciones recíprocas, el PP, que fue y volvió; el BNG, que junto a su socio político, el PSOE-PSdeG, utilizaron el siniestro como un arma arrojadiza, ninguno ha movido un dedo para desarrollar un protocolo de actuación en caso de que un desastre análogo se repita por enésima vez, evitando que vuelva a coger a los políticos de turno con los pantalones bajados y a los ciudadanos sobrecogidos, víctimas eternas de la irresponsabilidad de unos cargos públicos electos exentos de responsabilidades.

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