Opinión

Sobre el AVE gallego

Saltó la indignación en Galicia con la puesta en cuestión por parte de un "ciudadano" , ya aspirante al gobierno de la nación, en seguir desarrollando el AVE en España. Este ciudadano de fuera de Galicia cree que la cosa va de lujo para la casa pobre que resulta esta península ibérica inmersa en una crisis de caballo. Pero, quizás precisamente porque es de ‘caballo’ la crisis, otros creen que los miles de caballos de vapor pueden hacer de locomotora para salir de ella, y, además, a toda leche. Así, resulta como pecado para la fe de estos fieles creyentes en la capacidad del AVE para transportarnos al futuro cielo terrenal gallego que alguien quiera parar la procesión. Yo, que soy agnóstico en el tema y además no tengo prisa por llegar a Madrid una hora antes puesto que ya el tiempo pasa por sí mismo demasiado velozmente, no voy a discutir aquí si para el conjunto del país esta medida de seguir avanzando en kilómetros de AVE (curiosamente estamos a la cabeza del mundo en asunto de railes y sin embargo en el vagón de cola del mundo occidental en términos económicos y cola de paro) es mejor o peor, pero lo que sí creo es que es muy duro para cualquiera, por muy sufrido que sea, el que siempre le toque la china de quedarse postergado del mayor bienestar que disfrutan otros conciudadanos, sea cual sea el tema. La injusti- cia que se deriva de llegar tarde, mal y a rastro a cualquier cita por culpa de voluntad ajena sienta muy mal y se llevan los demonios de cualquier otro argumento. No obstante, y en buena lógica para seguir el discurso del ciudadano economista de priorizar medidas económicas, no costaría salvar cualquier cerrazón radical por el posible parón de vías a Galicia si a cambio nos dieran el mayor acelerón de inversión en proporción, como pudiera ser el ser los primeros del Silycon Valley español en que pretende convertir España el mismo economista. Yo, al menos, no tendría inconveniente.

Pero veamos otros nidos donde se cobija este AVE de actualidad que a algunos nos resulta casi coña marinera. Porque marinera no es precisamente la puerta gallega de entrada de la meseta, y sin embargo asis- timos recientemente a la inauguración de la estación del AVE en Vigo; y coña es que sobrevuele una vez más sobre nuestras cabezas ourensanas la realidad inversora. Porque, por supuesto, con la estación ha llegado también la línea del AVE entre las dos ciudades gallegas más pobladas, algo que está muy bien pero que debería haber esperado su turno a comunicar primero Galicia con el resto de España. Solo después de los intereses de todos tendrían que venir los meramente atlánticos o costeros, o los de siempre, que sirven para seguir haciendo más Galifornia, que diría el señor Lamas, a costa de una Garizona do carallo y de la discriminación interior, tan Galicia como la otra, Garizona a nuestro pesar y a pesar de que precisamente por ser tan garizona (fundamentalmente por los ratios económicos de Ourense) se haya visto el conjunto favorecido con los fondos comunitarios concedidos a las Regiones de Europa menos desarrolladas. La cosa tiene la misma lógica que entregar una ayuda social a persona dependiente y que se la gaste el hijo o familiar con la excusa de su mayor vitalidad.

Sinceramente, no es que envidie el bienestar que se pueda ofrecer a nuestros paisanos del litoral o tal vez sienta cierta envidia sana, lo que me toca los pies es que mientras aquí seguimos esperando inversiones como Dios manda, los que han puesto más el grito en el cie- lo tertuliano de la televisión por la propuesta polémica del gurú ‘ciudadano’ son precisamente los de la tierra costera que ya disfrutan de una línea que de momento no llama en nuestra puerta. 

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