Opinión

ESCRACHE

De moda. Cual vestido, o estilo de vestir, pero, en este caso, vistiendo más que cuerpo sentimiento, de indignación en algunos, frustración en otros, posible conveniencia política en el resto; el 'resto' que se hace fenenino de género por terminación vocal, o sea, se hace 'resta', tal vez para cumplir su propia función de cualidad en ella y en cualquier situación: restar. Una resta o resto que, paradójicamente, 'suma' adeptos cada día con resultado de adición mayor pero no necesariamente de + valor (guiño a Dolores).


Escraches que no son invento de hoy, aunque antes quizás nadie llamara a estas acciones acosadoras de tal manera, purita importación resacosa de un lugar llamado Perón. Mas los escraches vienen de antiguo, y no me voy a referir a ciertas actuaciones que comenzando así, como quien no quiere la cosa, acabaron muy violentas, tan y tan violentas que los libros de historia y documentales nos las cuenta con pelos y señales como escarpias, y que afortunadamente no es el caso actual pero que a las personas que nos hacemos masa nos pueden confundir; si el fenómeno se hace masivo, ¡huy, la masa es peligrosísima! sobre todo cuando se ve desatada desde algún liderazgo con mente pérfida y obsesiva, mucho cuidado.


Yo, a lo Neruda, 'confieso que he vivido' ?escraches en carne propia cuando no había cumplido la mayoría de edad todavía. Recuerdo cierto acoso pandillero de chicos de otro barrio, simplemente por ser yo del mío y haber nacido entre otros mis algodones o facilidades mayores que las de los que las rebotaban en mi alma como una especie de delito. Me acosaron y acorralaron más de una vez en la calle o parque para amedrentarme y sentir algún dolor por vivir como vivía en una prejuiciosa presunción de que uno era hijo de papá y no de padre. De estos escraches juveniles anoto el dato de peligro que observé personalmente, para advertirlo a los actuales, que detrás del grupo ?llegaban a ser más de quince contra uno- se tapaban algunos que sin ser amigos me conocían lo suficiente como para saber lo injusto del proceder, pero que, como Pilatos, hacían causa con el resto para sumar número, y no movían un pelo para defender la inocencia. Escraches de misma época sufridos simplemente por ser alumno de un colegio de hijos de médicos en Guadalajara, donde pandilleros igualmente que los de Ourense pero alcarreños acosaban al interno del colegio que osaba pasear por la ciudad en solitario o con un par de compañeros nada más; aquí también un problema de mayorías, social de clases, o pertenencia a la tierra, problema ajeno a la voluntad individual de la persona que es víctima de ello. Y qué mal se pasa cuando no tienes libertad ni para pasear, de purito miedo.


Pues algunos dirigentes del escrache actual me recuerdan a líderes de aquellas pandillas, donde alguna frustración o inexplicable divertimento los llevaba a reventar la paz de su prójimo antipático, independientemente de con o sin justicia. Lo que no me explico en el movimiento de ahora es por qué no se hacen escraches contra anteriores responsables gobernantes con más desahucios sobre sus espaldas que los actuales que los sufren actualmente, - que conste por otra parte percibo le venga bien a alguno comprobar que no por mucho diputado se puede vivir de espaldas a la realidad cotidiana de sus semejantes, pues el poder, aunque de distinta manera también hace su propio escacharre o escrache; pero no me explico, insisto, por qué a unos y no a otros, si la responsabilidad no se borra moviéndose de posición, o a oposición.


Lo que parece que está claro es que el paso libre del verde, algunos, cual daltónicos, hoy lo ven rojo de stop cuando se acercan hacia ellos los portadores de esos discos verdes del 'sí puedes'. Verde esperanza para algunos que lo han convertido en el fondo de color de la cuestión, convertido en semafórico rojo pasión de prohibición para el receptor.

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