Opinión

MILAGROS

Existen. Los milagros existen y no me estoy refiriendo a ningún topónimo de santuario ourensano. Lo sé con certeza porque he vivido recientemente uno en carnes propias. Fue tal la experiencia vivida, que me hizo ver que sí, que cualquier cosa es posible hasta el punto de que se pueda mover el mundo con otro simple punto, bien sea de apoyo de Arquímedes, bien a punto de fe que mueve montañas, sea porque el milagro verdaderamente ha acontecido. Que conste que había perdido la fe en ellos cuando fui al santuario de Fátima a pedir por la salud de mi padre escasamente diez días antes de que la perdiera toda y finalmente muriera. Pero hoy ha vuelto. ¿Que qué fue? Pues sencillamente sucedió un día cualquiera, era miércoles, cuando llegué a casa a comer y me senté a la mesa sin más dilación que la de colgar la cazadora en el perchero y ponerme a ello; comí en familia, como hago casi todos los días en general, charlando sobre las cosas que nos preocupan a todos, que son variadas y entre las que destacaría, por poner solo una, la mala leche que abunda en nuestro planeta Tierra. Bueno, el caso es que después de comer bien, además de por magnífica cocinera por mejor compañía, se produjo el hecho. No, no es que nos hiciera levitar el alimento ingerido cual si fueran setas alucinógenas, o que hubiéramos descubierto el gran secreto de la vida por mor de beber ninguna milagrosa agua, ni nada parecido de descomunal prodigio o fuerza, no; lo que había sucedido, y de lo que fui consciente solo instantes después de la comida y que me pareció algo milagroso, es que no habíamos encendido todavía la televisión; media hora sin acordarnos de ella, ¡dios mío!, ¡milagro!


Aun ahora, después de pasados unos días, me parece algo paranormal haber tumbado de un crochet de indiferencia al hábito de años y años comiendo con el ruido invasor del aparato. Siempre la caja tonta siendo más protagonista en la mesa que cuchillo, cuchara o tenedor. Pero increíblemente ocurrió. Por supuesto el milagro sucede cuando sucede, y no tiene por qué mantenerse en el tiempo, algo así como le pasa al estado alterado de la conciencia, así que al terminar de comer ya encendí el televisor, a fin de ver y escuchar las noticias que aún siendo muy repetitivas siempre interesan. ¡Ah!, qué horror!, todas o la mayor parte negativas, desde las simples nuevas políticas con gobernantes que dan vergüenza ajena con sus prisas, hasta la explotación de mujeres embarazadas desde mafias africanas, pasando por algo ruso que siempre lleva aparejado el término mafia cual si fuera propia Calabria. Hasta aquí todos desastres, hasta que llegó el tiempo para el deporte, o mejor dicho para el fútbol, gran balsámico social. Y ahí sucedió nuevo milagro. Fue un día especial, sin duda, para estos fenómenos fuera del alcance de la razón. El milagro ahora constatado en mi es que había jugado la selección española de fútbol y ni me había acordado. ¿Que no puede ser? Pues que fue. Palabra de honor. Palabra que pasé del partido, que sigo vivo, a no ser que sea un fantasma quien escribe. Que también puede ser. En cualquier caso y gracias a este milagro puedo prometer y prometo que hay vida más allá del rectángulo de juego, por mucho que tiren a gol nuestro de cada día sí y día después también.


Remato la experiencia milagreira asociada a televisión y pelota asegurando que me cambió lo suficiente hasta haber pasado por primera vez del 'clásico' jugado la pasada semana, ese Barça-Madrid que convirtió la calle en televisión, ¿habrá sido un tercer milagro?

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