Opinión

Hasta las narices

La verdad es que hay otros ‘hasta los…’, mucho más expresivos que los que se refieren a los apéndices nasales y que uno puede pronunciar cuando sufre a alguna de las empresas nacidas de un mal coito entre padre abusón y madre desconsiderada; no nos extraña que de esos polvos, estos lodos; empresas que nos quitan lo nuestro con consentimiento de los otros, pongamos gobiernos. Y eso, además, con ese cinismo ontológico del que galantea al cliente como si le importara algo, cuando en realidad le importa lo que a un salido su presa, que corteja con poesía y espiritualidad lo que solo pretende penetrar en el fondo del cuerpo físico o material, sea para sacarle el jugo que da dinero, o placer, al sujeto.


Cuando se pica su anzuelo cualquiera se esposa con ilusión y esperanza con este lumpen empresarial que desde su condición de perfectos amantes pasan a ser líderes de nuestra economía. Son empresas que van creciendo además muchas veces con vitaminas de mordidas y a ritmo de golpes de sistema que siguen fehacientemente el santo principio  de ‘cuánto más tengas más te será dado y cuánto menos más te restarán’, o algo así. Pues bien, la luna de miel dura lo que dura dura, y es más bien poco, así que comienzan las deslealtades y abusos.


¿Qué de qué empresas hablo? Pues de esas grandes, grandes, muy grandes, que siempre son grandes ande o no ande, porque son beneficiadas por el poder  de siempre: particularizando, me voy  referir hoy a dos ejemplos: bancos y operadoras telefónicas. Hablo porque no acabo de asumir el sometimiento absoluto al que intentan reducirnos. Sometimiento que va unido, claro está, al empobrecimiento de los unos para el beneficio de los otros, ellos, ellos, ellos. Voy a reseñar al respecto dos criterios que vengo sufriendo de las mismas.


Por un lado, del banco, porque cobran una comisión abusiva a cualquier autónomo que pasa recibos a sus clientes bajo domiciliación bancaria. Uno se rebela y se pregunta cómo puede ser posible que, además de hacer el trabajo telemático a través de internet después de recibir las indicaciones que le dan al otro lado telefónico de un costoso 902 que les reporta ya a ellos, bancos, un beneficio económico, que le cobren hasta un ocho por cien de lo remesado. Ocho por ciento por una gestión en la que nadie interviene sino el mismo cliente. Y no hay interlocución posible sino norma y a apechugar el gasto, pues ahí hay acuerdo corporativo para esquilmar al rebaño.


Por otro lado, la operadora que no cumple satisfactoriamente pero no quiere consentir que te tomes la justicia por tu mano, y si suspendes la permanencia después de sufrir hasta cuatro veces el envío de tu teléfono asociado a la oferta al servicio técnico, ahí que te la quieren dar con un servicio jurídico que te abrasa por correo, llamadas telefónicas y mensajes continuos hasta que los mandas a tomar por …viento y les llamas coñazos, pelmas, y que nos vemos donde quieran. La amenaza completa pasa por un aliado que ¡asómbrese quién!, resulta ser el primer agente analizado, el Banco, porque dicen que pasas al registro de morosos que atañe a los créditos y demás armas para vencerte. Lo que no contaban los imbéciles es con que la desobediencia a estos es una condecoración para el resto, pues el crédito del que gozan está por el suelo.


En fin, se acaba el papel y el eructo está provocado por exabruptos de la indigestión de empresas gigantescas que siguen aplastando a los más pequeños por la fuerza.

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