Opinión

PESCANOVA

Lo primero: si no quieren fracasar en estos tiempos, huyan del adjetivo 'nuevo' para hacer con él algún neologismo, tan usado en el marketing moderno, quizás por ser primos hermanos, 'nuevo' y 'moderno'; sobre todo escapen ¡a toda leche! si es femenino y está en galego, porque parece que todo lo que toca 'nova' se haga, por una suerte bruja y paradójica, viejo de repente, hasta, incluso, la propia extinción, cual si fuera gafe para un buen negocio. Vean, si no, lo que le ha pasado a nuestras caixas unidas (para algunos parecían los Juegos Reunidos de Geiper) bajo este prefijo, y a pesar de que fuera acompañado de un siempre lucido fondo de pantalla que resulta la palabra Galicia. Pues que fueron pronto nacionalizadas bajo la bandera FROB al estar en quiebra técnica, y que pronto pasarán de ir con estas muletas para simplemente estar muertas, porque ahí ven o mayo? más que de flores con pez grande cubierto para darles bocado, y sin que se entere el preferente.


Pero lo anterior no sería suficiente para hacer la sugerencia primera de prescindir del neologismo formado con 'nova', si no fuera porque ahora han pescado el agujero enorme que la industria de nombre gallego estaba haciéndose cada día más negro. Llamamos a esa industria de redes caídas, Pescanova, de la que tanto presumíamos en general los gallegos, en particular los políticos que giraban visita promocional en su inquietud por el tamaño grande, y singularmente los dueños, todos con boca abierta por ejemplar buen hacer, hasta que el agujero dijo ¡basta, necios!


Paradigma de admiración en Galicia. ¡Qué bien lo hacéis, chicos! Os merecéis todo lo que os premiamos, todo lo que os pagamos con subvenciones públicas y loores. Todos los dineros que sacamos del resto de ciudadanos en impuestos para meteros en vuestros petos multinacionales pero con acento gallego. Toda una vida adulta viviendo desde vuestro reconocimiento público, desde la admiración más interior, o de tierra adentro donde no pescamos sino truchas para consumo propio y algún salmón (bueno, esto era antes, cuando pintaba sus cuadros de los peces saltarines Pepe Conde; en todo caso, desde tierra sin horizontes pequeros más que de caña y muñeca, la ¡oooohhhh!, eterna por quien nos pone pescado en la mesa desde la nevera del supermercado. Pero es natural, pues la ¡¡¡!!! venía dada por sus factorías, entre otros signos visibles que brillaban allí arriba, pues, a pesar de no recibir directamente los rayos, sus soles económicos calentaban Galicia de optimismo y esperanza.


Pescanova se fue ganando nuestros corazones como una novia fiel, pues pudiendo emparentar con quien quisiera del mundo mundial sigue a nuestro lado, así surcando todos los mares de la globalidad e internacionalización del producto terminado. Pero hete aquí esta trampa de un cambio de escala donde todo el tamaño es de dimensión planetaria, porque, como contaba Augé en su Futuro, esta globalización está al comienzo de un miedo que paraliza, entre otras razones, por lo que hemos perdido sin que nada ocupe su hueco. Y vaya con el hueco que deja Pescanova en Galicia, y vaya con el miedo que nos mete.


Y este cuento se ha acabado, aunque todavía no sepamos bien su final; no se aventuran capítulos halagüeños para una deuda mil millonaria en euros que nos arrastra hacia más pobreza regional. Se descubren trampas, maniobras de ardides chabacanos, turbios, egoístas, de unos consejeros choriceros, cual presidente que vende la mitad de sus acciones con información privilegiada por la friolera de 28 millones de euros días antes de soltar la bomba de una deuda insoportable y concurso de acreedores, planteamientos de refinanciación con bancos acreedores y mi milongas como cañones de Navarone contra la línea de flotación del buque Pescanova. No sabemos ni querríamos saber si no fuera porque más de diez mil conciudadanos de esta tierra, ¡catapún, que se van a estrellar contra la realidad más dura! Pena de Pescanova, volvamos a 'á pesca vella'.

Te puede interesar